No esperes hasta el último momento para elegir, escribir y echar al correo las postales con las que quieres saludar a las amistades desde tu lugar de vacaciones. Si lo haces así, probablemente llegarás tú antes que ellas y, por otra parte, producirán el efecto en quienes las reciban de que has estado retrasando cumplir un deber enojoso, siendo así que su objetivo debiera haber sido hacer presente al destinatario tu afectuoso recuerdo.
Supongamos que hemos escrito una carta, pero que, por las razones que sea, nos resulta difícil echarla al correo. Nada nos impide, en cambio, aprovechar la presencia de una persona amiga para encomendarle a ella esta misión. En este caso le daremos la carta abierta. Es una prueba elegante de la confianza que nos merece. En justa correspondencia, esa persona lo primero que deberá hacer es proceder a engomar la solapa del sobre y cerrar la carta. Por otra parte, es de muy mal gusto que la persona a quien se confía una carta eche disimuladamente una ojeada al sobre para enterarse de a quién va dirigida.