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El ajo es un condimento muy controvertido. Los griegos lo despreciaban tanto que obligaban a comerlo a los condenados, ya que consideraban que era una forma de tortura que les purificaría de sus crímenes. Los egipcios, en cambio, lo veneraban.

De todos modos, aunque te encante el ajo, ten en cuenta que no puedes ir por el mundo delatando en tu aliento o en tus manos esta preferencia.

Resulta de muy mal gusto acudir a una reunión o a una entrevista infestando el ambiente con tu olor a ajos. Si lo has comido, aplícate en hacer desaparecer su rastro lavando tus manos con zumo de limón y masticando y tragando un par de ramitas de perejil.

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