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Una historiadora, Almudena Albí en su libro “Tu cuerpo es tuyo” (Editorial Aguilar) expone como liberar a hombres y mujeres de la esclavitud de los canónes de belleza. La meta, dice, es estar moderadamente preocupada por el cuerpo sin que se convierta en una obsesión. Lo ideal no es el cánon impuesto por las revistas de belleza y los modelos publicitarios, sino estar contenta con una misma y aceptarse como se es.

Hay otro tipo de trastorno que afecta a una gran mayoría de la población y que comienza en la adolescencia. ¿Quién no se ha sentido alguna vez acomplejado por el tamaño de su nariz? ¡Qué sufrimiento se tiene con el acné en la pubertad!

Estos complejos agudizados igualmente por la obsesión de la belleza física se convierten a veces en auténticas enfermedades mentales con ansiedad, depresión, fobias, movimientos compulsivos-repetitivos (sobre todo miradas al espejo) y que conducen a la llamada Dismorfia corporal.

Fue en 1886 y por el doctor italiano Morselli cuando se acuñó el término de dismofia corporal. Ya Freud había descrito en su literatura científica el caso del “Wolf-man, hombre lobo” una persona que a pesar de tener un exceso de vello corporal centraba su excesiva preocupación por el físico en su nariz. La veía horrible, prominente y llena de cicatrices.

Existe un amplio número de personas que están más o menos preocupadas por su apariencia, pero para ser diagnosticado de dismofia, el afectado tiene que sufrir reiteradamente una obsesión con una parte de su cuerpo que le impida llevar una vida normal.

Algunas estimaciones apuntan que un 1% de la población sufren este trastorno. algunos de sus síntomas son:

Dedican varias horas al día a pensar en el defecto corporal que creen tener.
Suelen mirarse al espejo de forma continuada y como en el caso de la anorexia, bulimia y vigorexia, este les devuelve una imagen distorsionada de la realidad.

Las partes del cuerpo más frecuentes de obsesión son de mayor a menor grado, piel, pelo, nariz, ojos, orejas, piernas, rodillas, pecho, genitales o la creencia de que su cara es asimétrica.

Suele empezar a manifestarse en la adolescencia, y se mortifican continuamente interrogando a amigos y familiares sobre su aspecto.

Muchos de ellos recurren a la cirugía estética para zanjar su “manía”. Pero la dismorfia corporal es un trastorno mental, no físico y a pesar de estas operaciones no consiguen mejorar.

La solución a este problema suele ser una atención farmacológica con tratamientos como el Prozac y otros antidepresivos y ansiolíticos. Pero es preciso apoyarse en la psicoterapia, ya que son personas que deben aprender a recuperar la autoestima y perder el miedo al fracaso.

La psicóloga Isabel Pinillos especialista en las terapias a pacientes con trastornos obsesivo-compulsivos habla en su libro “Obsesiones obsesivas” de casos de dismorfia corporal. Emplea con ellos un método llamado “sistema motivo” que es una terapia activa que requiere el compromiso y el esfuerzo del paciente para que este pueda curarse.

Hay otros trastornos de tipo obsesivo-compulsivo que sin estar relacionados con el esquema corporal aparecen también en la infancia y la adolescencia. A veces el perfeccionismo, el miedo al fracaso, el temor al ridículo, al que dirán, la limpieza y las enfermedades conducen a gente muy joven e inteligente al inicio de estos procesos.

Hasta hace poco se consideraban estos trastornos, tanto los alimentarios como los de vigorexia y dismorfia corporal como manías propias de la edad del crecimiento y que se corregirían con la edad.

Hoy día, sin caer en el alarmismo hay que estar preparados desde la familia y la escuela para la detección precoz de los mismos y sobre todo para la prevención.

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