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Tanto el exceso de normas como la ausencia de ellas favorecen en ocasiones que los adolescentes se escapen de casa. El afán de aventura y la necesidad de independencia propias de la adolescencia son ingredientes indispensables en esta actitud. El diálogo con los padres es la única solución para evitar una situación que puede llegar a ser peligrosa.

La mayoría de estas escapadas se producen a partir de los 11 años, coincidiendo con una etapa de gran curiosidad y de afán de hacer las cosas por uno mismo. Los chavales buscan independencia y rechazan cualquier figura de autoridad.

La prevención

Muchas veces la noticia nos puede sorprender viendo la televisión con nuestros hijos adolescentes: “dos niños se han escapado de su casa…” Según los expertos, cuando se dé esta situación conviene aprovechar el momento para hablar con los chavales:

– Diciéndoles lo mal que sentirían si ellos hicieran los mismo.
– Hablando de los problemas que pueden llevar a un chico a realizar semejante hazaña.
– Valorando las consecuencias que podría haber acarreado su travesura.

Como indica el psicólogo Bernabé Tierno, se trata de «aprovechar cualquier oportunidad para inculcarles sentido crítico».

Si en la familia del adolescente existe comunicación entre padres e hijos, se respetan las normas y se premian los comportamientos adecuados, no suelen presentarse estos problemas porque los niños están contentos y protegidos.

¿Escaparse de casa en la adolescencia?

¿Quiénes se escapan de casa?. Normalmente son chavales que viven con unas normas mal establecidas de manera que se desorientan y no saben lo que pueden o no hacer. Esto genera que los chicos reten constantemente a los padres, y la escapada es un más de estos retos.

También hay adolescentes que viven en un hogar demasiado rígido, con excesivas normas, donde abundan los castigos. En estos casos la huida es una búsqueda de libertad y del derecho a equivocarse por uno mismo, algo característico de la adolescencia.

¿Como actuar?

Cuando regresa cada, no hay que regañarle. La acogida debe ser cariñosa pero sin exageraciones ni muestras excesivas de afecto. Hay que dejar que se tranquilice (no olvidemos que lo que más temen es el castigo) y entonces sentarse a hablar.

Los padres deben explicar, en primer lugar, cómo han sufrido durante su ausencia, el miedo que han pasado. Después, hay que intentar comentar los motivos que han llevado a irse al muchacho, para después relatarle con objetividad lo que podría haberle pasado y las consecuencias que un comportamiento de este tipo tendrá en el futuro, especialmente la falta de confianza en él.

A la hora de abordar la causa de la escapada, hay que hacerlo de forma que los niños no se sientan culpables de lo ocurrido. Hay que hacerles ver que los padres son capaces de admitir su culpa: quizá por estar muy ocupados no le han prestado toda la atención que merece.

A partir de ese momento será necesario pactar una serie de normas en las que podrán participar. El objetivo es que entiendan que no se establecen “por que sí” sino por que es lo más conveniente para toda la familia.

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