El Qi-gong
El Qi-gong es una disciplina china usada para la
prevención de la salud con una historia de 3000 años. Se demostró que el
qi-gong tiene sobresalientes efectos sobre de enfermedades crónicas.
Hablando
de un modo general, el qi-gong se divide en dos tipos:
Uno es el tipo
tranquilo que implica practicar el qi-gong de pie, sentado o acostado usando
técnicas especiales de respiración, donde el practicante puede aprender a
concentrar su mente.
Otro es el movible, en el cual el ejecutor emplea
movimientos flexibles, y de masaje, mientras mantiene un equilibrio mente y
cuerpo.
Internamente el qi-gong ayuda al practicante a vigorizar el espíritu,
la energía y la mente y externamente puede reforzar los tendones, los huesos
y la piel.
Por lo tanto, la práctica del qi-gong puede regular la función
del cerebro, promover las funciones de los sistemas circulatorio, digestivo y
otros sistemas y poner en juego la fuerza latente de las células.
Para
obtener óptimos resultados, se debe practicar el qi-gong constantemente y
con perseverancia se reforzará el cuerpo, la resistencia contra las
enfermedades aumentará, algunas enfermedades se curarán y así la vida se
prolongará.
El qi-gong llamado también daoyín es una de las herencias del
rico caudal de la Medicina Tradicional China y aunque sea muy antiguo es hoy
en día muy popular.
El daoyín tiene el cometido de transportar la energía y
la sangre a todo el cuerpo, reajustar el yin y el yang y promover la
circulación de los meridianos y colaterales de acupuntura.
Su práctica
empezó en el siglo IV antes de nuestra era y con ella muchos salieron
beneficiados.
Cuando uno alcanza cierto nivel de práctica, siente una
corriente de calor “energía-vital” que circula dentro del cuerpo aunque a
veces esta energía puede salir de él y es conocida como energía externa.
En
resumen, el qi-gong es una sistema de ejercicios de respiración
y concentración mental para mejorar la salud y aumentar la capacidad
del pensamiento.
El Tai-Chi, un cambio positivo.
Hay quien ha
dicho que el Tai-chi es una alquimia. Hay personas que no están de acuerdo.
Lo cierto es que el Tai-chi produce en quien lo practica un indiscutible
transmutación interior y exterior.
¿Esto es alquimia? Para unos sí, para
otros no. Pero el nombre que este proceso reciba es lo de menos. Lo principal
es lo que se produce. Y se produce en proporción directa a la dedicación, al
trabajo realizado.
Técnicamente, el Tai-chi es una milenaria práctica
Shaolín, gracias a la cual, mejoramos la salud general, controlamos y
fortalecemos nuestra mente y llegamos incluso a purificar nuestro espíritu.
Esto es indudable y cualquier practicante lo acabará percibiendo poco a poco
si se concentra en la práctica. No es necesario hacer del Tai-chi una manera
de vivir para mejorar la circulación sanguínea, fortalecer las
articulaciones, tonificar la musculatura o enderezar la espalda. Basta con
practicar, si es posible 15 minutos diarios para hacer progresos en este
sentido.
Por otro lado, se sabe que la mente es capaz de moldear el cuerpo y
su movimiento. También ocurre que el movimiento corporal llega a moldear
los procesos mentales.
De este modo, las formas del Tai-chi, si se
realizan correctamente pueden aumentar nuestra capacidad de concentración,
la paciencia, la memoria o reducir el estrés.
Si armonizamos,
estabilizamos, equilibramos y ordenamos nuestros movimientos mientras ponemos
la mente en ello, podemos estar seguros de que en el plano mental se
producirá tarde o temprano, el mismo proceso.
El 1 lleva al 2 y el 2 lleva
al 3, es lógico pensar que si nuestro cuerpo y nuestra mente se sanean y
fortalecen, nuestro espíritu se encontrará más en paz. Si la sangre y las
energías fluyen sin trabas, nuestras fuerzas no flaquearán en el quéhacer
diario. De este modo sufriremos, por ejemplo, menos tensión, menos estrés,
estando así en disposición de amar un poco más a nuestro prójimo y a nosotros
mismos.