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Él dice, que quiere una mujer hermosa, alguien con quien compartir la
vida. Una persona responsable, activa, que le guste salir al campo y se
emocione ante las cosas sencillas.


Ella piensa en él. Un hombre carismático, decidido,
determinado y eficaz. Alguien a quien admirar, que tenga iniciativa,
talante emprendedor y, sobre todo, simpático.


Ambos se buscan y un día cualquiera, cuando menos se lo
esperan, se encuentran.
Jamás habían podido imaginar que aquella mirada
existiese realmente. Pero allí estaban, el uno percibe en el otro justo
lo que decían necesitar.


Él se siente en presencia de una mujer sin grandes
complicaciones, como a él le gusta, y ella parece ver en él a un hombre
con gran decisión y simpatía.


Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

Las necesidades mutuas se ven compensadas por un momento,
lo cual los induce a ambos a sentir que están en presencia de quien
buscaban.


Ese primer encuentro se convierte en una atracción que
los lleva a pensar que están hechos el uno para el otro.


Tras cuatro meses de relación ella siente que él la
utiliza y que prefiere comunicarse con sus amigos antes que con ella, y él la ve rígida en sus decisiones y el campo, ni le gusta.
Ha tenido que renunciar a sus salidas
a la naturaleza porque ella prefiere ir de compras.


Parece lo más normal del mundo iniciar una relación en
donde el primer atractivo venga constituido por la irresistible fascinación
por la otra persona.
Pero mi propuesta es que ese atractivo sólo es un
proceso al que nos vemos sometidos al no tener en cuenta la causa de
nuestra ilusión.


Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

Muy comúnmente, el hecho de que alguien nos atraiga, es
percibido como el criterio básico para empezar una relación. Y no nos
cuestionamos que sea así.
Si alguien nos atrae, ello lo consideramos como
una ley de la vida, incluso para muchos de nosotros ha podido constituir
el propio sentido de la existencia. Hay muchas personas que dicen sentirse
vivas cuando se sienten atraídas por otras personas. Lo podemos llamar
enamoramiento, amor a primera vista o seducción.


Mi propuesta es que esos anhelos y deseos que depositamos
en otras personas son síntomas de que algo, dentro de nosotros, quiere
hacerse presente, y la primera tendencia ­que propongo revisar- es buscar
a otra persona que realice y satisfaga este deseo.


Creemos que es otro quien ha de ajustarse a lo que
imaginamos, cuando esto no es sino una sutil trampa de nuestro ego. Porque
todo lo que creemos que anhelamos de otras personas son extensiones de
nosotros mismos, no reconocidas, tal vez inconscientes.
Pero ahí están y
tienen una función: la de devolvernos una imagen de nosotros mismos que
aun no hemos integrado en nuestra conciencia.


Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

La prueba de ello es que, tras los disfraces de la primera
fascinación, ha hecho acto de presencia una nueva visión del otro. Es
una sensación, a veces molesta, quizás desagradable, que no tiene nada
que ver con la ilusión del primer día y entonces sobreviene la pregunta:
¿dónde está aquella mujer o aquel hombre quien, me hacía sentir lo
mejor de mí mismo/a?


La respuesta es clara: nunca nadie me hizo sentir nada que
yo no me inventara o proyectara en el otro. Porque aquél o aquella no era sino un
producto de mi necesidad inconsciente de complitud. Los ojos del ego me
hicieron ver a quien no existía.


·¿Has pensado alguna vez que vivimos enamorados de la
imagen de quienes nos rodean
? ¿Que, en realidad, nos forjamos “películas” de cómo han de
ser los demás
y que incluso actuamos con ellos en base a la suposición
de cómo son en nuestra imaginación para nosotros?

¿Te ha pasado alguna vez que alguien te defraudó o decepcionó?


Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

Pues cada vez que te enojas porque alguien te decepciona
te estás peleando con la imagen que tienes de esa persona, no con esa
persona,
es como si de una lucha con fantasmas se tratase, tú te inventas
la imagen y tú te peleas con ella, tú eres el diseñador de la imagen y
el juez que emite la sentencia de fraude.


A estas alturas, entonces, quizás te estés preguntando
de dónde procede esa continua suposición que hace que los demás no sean
sino un antojo de nuestra imaginación.
Pues de nosotros mismos.


Lo que creemos ver en otras personas no son sino nuestras
necesidades inconscientes no cubiertas
, y caemos en la trampa de suponer
que son otras personas las que han de compensar nuestras
carencias.

Observa: cada vez que decimos necesitar algo de alguien
renunciamos a nuestra propia posibilidad de autoabastecernos. Y ese ha
sido el sentido básico de las relaciones de pareja: sentir que es otro
quien nos puede dar lo que yo creo no tener.


Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

¿Se trata, entonces, de ser autosuficientes? Si contesto
a esta pregunta que sí, puede entenderse inmediatamente que la
autosuficiencia es “mala” porque nuestra cultura la
malentiende como que no contaremos nunca más con los demás para nada. Y
no se trata de eso.
El problema está en cuál ha sido, hasta hoy, el
sentido de las relaciones de pareja en las que hemos vivido:¿es la pareja
alguien en quien depositamos rasgos o características que no reconocemos
en nosotros mismos?


Pues este quizás ha sido el motor de muchos modelos de
pareja tradicionales:
así, más que parejas, lo que han existido son
“medias parejas” ficticiamente sostenidas unos en otros
. Medios
hombres y medias mujeres que se han unido con otros medios hombres y otras medias
mujeres pensando que lo idóneo de estar en pareja era complementarse unos
con otros. Pero, desde esta perspectiva, aparece irremediablemente la
decepción, porque tarde o temprano, el otro deja de darte lo que tú
esperabas.

Es imposible sostenerse en otra persona, porque las
personas no somos pilares sino de nosotros mismos.


Es una ficción pensar que el marido es pilar de la esposa, o viceversa.
O que el alegre es pilar de la triste.


Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

Es muy frecuente que las parejas se formen en base a
buscar en el otro las partes que creemos que nos “complementan”.
De hecho, la distribución tradicional de roles entre hombres y mujeres en
base a la distinción de funciones complementarias no es sino una manera
de sembrar el rencor interno de la pareja.


Somos seres potencialmente completos. Cambiemos, por lo
tanto, el concepto de autosuficiencia por el de complitud: ¿Somos
conscientes de lo que “nos une” a nuestra pareja? Si hacemos el
ejercicio a lo mejor detectamos que estamos escondiendo, uno en el otro,
lo que nos falta inconscientemente.


Por lo tanto existen unas pautas relativamente precisas
para saber del tipo de relación que estamos entablando con alguien:

Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

-Son síntomas de relaciones de “media naranja”:
· La necesidad de estar con la otra persona
· Sentir celos de él o ella
· Deseo de que el otro cambie en algún rasgo o característica
· Desear estar con la otra persona a todas horas
· Sentir inseguridad o sensación de falta de valía personal ante la
otra persona
· Necesidad de aprobación o de consentimiento por parte del otro
· Depender del otro para la propia organización
· Sentir admiración por la otra persona

-Son síntomas de relaciones basadas en la complitud:
· No necesitar nada de nadie.
· Sencillamente coincidir con la otra persona
· No pretender cambiar al otro
· Dejar al otro hacer su camino
· Desear que la otra persona busque su propio equilibrio en sí misma
· Ser autónomos en la propia organización
· Informarle de nuestras decisiones sin esperar consentimiento


El romanticismo de la “media naranja” no es sino
una disfrazada manera
de paliar nuestra primigenia (y a veces
insoportable) sensación de incomplitud y la percepción errónea básica
está en aquello que decimos que necesitamos.


Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

La “necesidad” es mala consejera en cuanto a
relaciones se refiere.
Si dices necesitar a una persona sencilla a tu
lado, observa tu afán inconsciente de complicarte la vida. Y si
dices que necesitas que te quieran comprueba si es que no te aguantas a ti
mismo. Entonces, más que buscar una pareja, empieza a hacer cosas por
sentirte un ser completo.
No desees ningún encuentro con nadie, sino
estar encontrado. Es lo que se denomina construir la propia pareja
interior.

Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

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Vivir en pareja: La ilusión de la media naranja

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