UA

Fuerte, combativa y trabajadora. La mujer saharaui ha conseguido en sus tres décadas de exilio introducirse y avanzar en muchos sectores de su sociedad. “Siempre hemos sido respetadas, pero cada vez tenemos más libertades, muchas más que en otros pueblos árabes”, dice la secretaria general de la Unión de Mujeres Saharauis, Fatma Mehdi

“La mujer saharaui nunca llora”, afirma contundente y orgullosa Zukeina. Trabaja como médico en la wilaya de Smara, en los campamentos de refugiados de Tinduf. Es una de las miles de saharauis que han obtenido un título universitario en los últimos años. Antes de 1975, cuando España abandonó al Sahara Occidental, no había ninguna. Desde entonces “han cambiado mucho las cosas para nosotras”, explica Fatma Mehdi, la secretaria general de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (UNMS) y miembro de la dirección política del Frente Polisario. “Luchamos por la independencia de nuestro pueblo; pero también por la de la mujer porque no serviría de nada esa independencia si no consiguiéramos una sociedad equitativa”.

En estos momentos “tenemos muchas oportunidades para formarnos y desarrollarnos como personas”, dice Mehdi. Cada vez hay más avances. Se deben al status que adquirieron en tiempos de guerra: “Levantamos los campamentos y nos tuvimos que valer por nosotras mismas durante mucho tiempo”, cuenta. En esa libertad de la mujer saharaui también ha influido el carácter nómada de su gente. “Nos respetan porque siempre hemos participado en igualdad de condiciones en todas las tareas del hogar, del campo, del ganado ”.

Ahora tienen que trabajar duro para que los privilegios que se han ganado “con tanto esfuerzo” no se pierdan. “Cuando regresaron los hombres del frente”, en 1991, “sentimos la amenaza de que querían recuperar de nuevo el liderazgo en la familia y de que volvía a implantarse cierto machismo, pero nos estamos esforzando por alcanzar la igualdad de oportunidades y estamos en el buen camino”.

Dueñas de su hogar Fatma sabe que su discurso sería imposible de sostener en otros países árabes, “como Marruecos”, por ejemplo. “Nosotras somos las dueñas de nuestro hogar, no tenemos que pedir permiso para recibir a nadie en nuestra casa y nada se nos puede prohibir; no pasa lo mismo en otros pueblos”.

La igualdad también ha entrado en el mundo de la política. “El 34 por ciento de los miembros del Parlamento son mujeres, cuando sólo está obligado a contar con un 24 por ciento de diputadas”. Ahora se están planteando crear una plataforma de mujeres políticas y representantes de instituciones para poder abordar los temas que más les preocupan y buscar soluciones. “Tenemos que conseguir que se acostumbren a darnos cargos de responsabilidad, todavía no les entra en el coco que una mujer se presente a presidenta de la República”, añade Suelma Beirut, representante de Exteriores y Cooperación de la UNMS.

Uno de los programas más importantes de esta organización es el de alfabetización. “No queremos que nuestras mujeres dejen de formarse por falta de recursos”. La Unión cuenta con una estructura muy amplia en todas las wilayas (provincias) y dairas (municipios) en que se dividen los campamentos. A través de sus delegaciones se canalizan todas sus actividades.

Zukeina ha pasado muchas horas en la de Smara. En la guardería de sus instalaciones un grupo de niños juega bajo la atenta mirada de una joven saharaui. Mientras, sus madres asisten a clase o se reúnen para debatir sobre temas sociales o religiosos. Al lado del salón de belleza, unas jóvenes recitan el futuro del verbo haber. Pilar Campos, una cordobesa afincada en Barcelona, es su profesora desde hace un mes. “Son muy inteligentes, muy buenas estudiantes, pero también son muy revoltosas y les pillo muchas veces copiándose”.

Bodas y divorcios Los avances que han conseguido las mujeres del desierto también han llegado a las relaciones personales. “Las mujeres ya no tenemos que casarnos con el candidato elegido por nuestras familias, la ley nos prohíbe hacerlo antes de los 16 años y el divorcio no está mal visto”, cuenta Glana, una saharaui de la wilaya de Smara. Tiene 18 años y todavía no piensa en novios. “Quiero estudiar primero”.

Desde que “salimos del Sahara Occidental nuestra libertad ha ido engordando poco a poco”, insiste la secretaria general de la UNMS. Y aunque es cierto que no se repudia a la mujer divorciada, “en la mayoría de casos es el hombre el que sigue teniendo la última palabra porque a la mujer saharaui le cuesta mucho comunicarse”. Para cambiar las tornas, “hace años que existen comisiones de entendimiento”. Cuando una mujer quiere divorciarse acude con su marido a la comisión “y allí le ayudamos a que identifique sus problemas, los exprese y dé el paso; el hombre no puede negarse”.

Todo el terreno que se ha ganado en la igualdad de género podría perderse, teme Fatma, si no se legislan los logros que se van produciendo. “Estamos luchando para que así sea, para que haya leyes que nos protejan, porque nos puede pasar como a muchos otros pueblos en los que la mujer ha jugado un papel importante en tiempos de guerra y cuando han alcanzado la paz y la independencia ha sido encarcelada en vida”. La mujer saharaui no está dispuesta a perder el tren de conseguir una sociedad educada en la igualdad de todos sus miembros. Quieren un Sahara libre, para todos.

https://analytics.google.com/analytics/web/?authuser=0#/a19873651w39653599p39359059/admin/integrations/adsense/editor/MELVhoLOS4O55HAh2VocUA