Sucede a veces que aquello que más te gusta es lo que menos te conviene. Hay gente, por ejemplo, a quien le encanta el pescado, pero que no lo puede tomar porque es alérgica a todo cuanto huele a mar.
Si te invitan a cenar a casa de alguien que ignora esta circunstancia, lo mejor que puedes hacer es telefonear unos días antes de la fecha fijada para la cena y advertirlo.
Te lo agradecerán. Si no lo hicieras y diera la casualidad de que los anfitriones hubieran preparado un menú a base de pescado, la situación que se te crearía sería mucho más violenta para todos que el pequeño esfuerzo de telefonear con antelación.