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El bronceado

Cuando llega la canícula y la mayoría de nosotros ha decidido pasar en la playa esos días de merecido descanso en los que escapamos de la rutina. Ataviados con chancletas, gorra y un pareo de florecillas o una camiseta larga, cargamos todos los pertrechos que, pensamos podemos necesitar y de los cuales seguramente nos sobrará la mitad y nos encaminamos en dirección al mar.

 

Una vez en la gran extensión de arena, miramos decididos alrededor en busca del hueco ideal en el que quepamos de forma holgada, no nos mojen las olas y no nos lesionen de un pelotazo. Todo es color y luz: la arena, el mar, el bikini, la gran toalla con motivos marineros y… el sol. Hoy es día de broncearse. Tras embadurnarnos de crema y tumbarnos descubrimos, tres horas más tardes que nuestro color si ha variado … en dirección al rojo.

Primer y último día de playa

El tono de nuestra piel siempre ha obsesionado al hombre por varias causas, de las cuales la primera es, por supuesto la estética. Una bonita piel bronceada, con tonos suavemente dorados, favorece a cualquiera, tanto mujeres como hombres, de ahí que “tomar el sol” se convierta no solo en práctica habitual, sino en auténtica obsesión para algunos.

Pero no siempre ha sido así. A diferencia de ahora, antiguamente una piel con tono tostado sugería un trabajo al aire libre, generalmente en el campo, de forma que las clases más acomodadas hicieron de una piel pálida un auténtico estandarte, llegando incluso a emplear algunos trucos cosméticos (por ejemplo, los tan conocidos polvos de arroz) para empalidecer el tono del cutis.

Sin embargo en el caso del bronceado podríamos aplicar el refrán de “ni tanto ni tan calvo”: ni exponernos al sol hasta achicharrarnos literalmente, ni evitar que nos llegue ni el más mínimo rayo de sus rayos. ¿Por qué?. Lo explicaremos con más detalle.

La piel

Todo empieza en la piel, el primer factor del bronceado. Esta resistente membrana cutánea que recubre al hombre por completo y constituye además, el mayor de sus órganos, está formada a su vez, por cinco capas. Las células de la piel van “ascendiendo” de capa en capa en dirección a la superficie desde la más profunda, la membrana basal, hasta el exterior, donde formarán una capa de células muertas que contienen queratina. Según van ascendiendo, van aplanándose, de forma que la piel que recubre nuestro cuerpo y que podemos observar es ese último estrato de células aplanadas.

 

Ahora vamos hablar del segundo factor del bronceado: la melanina.

Un pigmento natural que produce nuestro organismo a partir de unas células presentes en la epidermis denominadas melanocitos. La melanina es la responsable de que nos pongamos morenos y su producción está en relación con el color de piel que tengamos, pero además, nos proporciona protección natural contra los daños que pueda ocasionar el Sol.

 

Finalmente hay que citar al Sol, el tercer factor (y no por ello menos importante)

El responsable de que nos pongamos morenos. Considerado como una divinidad en tiempos remotos, a 150 millones de Km de La Tierra, el astro rey otorga la luz y el calor necesario para que exista vida en el planeta y los proporciona gracias a la emisión de sus rayos, que llegan hasta nosotros filtrados por la atmósfera. Esta emisión es lo que conocemos por radiación solar y el órgano que primero la recibe es la piel. Pero no todas las radiaciones que recibimos del sol son beneficiosas para nosotros, es más, algunas de ellas son francamente perjudiciales.

La radiación solar puede ser de distintos tipos, según sea el rayo emitido, y dentro de estos tipos se encuentran la ultravioleta o UV, que a su vez puede ser A,B o C. El tipo C es repelido por la capa de ozono, pero los tipos A y B llegan hasta nosotros, estimulan la producción de melanina en la piel y hace que nos pongamos morenos. Los ultravioleta de tipo A penetran profundamente en nuestra piel, llegando hasta la dermis y los del tipo B son los más intensos y los que pueden provocar quemaduras. Por eso, si tomamos el Sol de forma incontrolada, esta exposición puede provocar alteraciones en la estructura original de las células de la epidermis, además de reacciones como la formación de radicales libres, obteniendo como resultado insolaciones, quemaduras, aparición de arrugas y el envejecimiento prematuro.

Más preocupante resulta el aumento de la incidencia de cáncer de piel, provocado también por el sol.

Sin embargo, esto no significa que debamos prescindir totalmente de él: tomar el sol también tiene sus beneficios. Los rayos solares tienen un importante papel en la síntesis de vitamina D. Además, es muy relajante y por si esto fuera poco, actúa de forma positiva sobre el estado de ánimo, hace que nos sintamos más optimistas.

¿Cómo hacerlo entonces?. Siga nuestros consejos, evitará quemaduras y obtendrá un bonito bronceado:
  • Utilice siempre productos (cremas, geles, etc.) con factor de protección solar. El factor de protección a emplear dependerá del tipo de piel. También es importante tener en cuenta el tiempo de exposición al sol.
  • Aplíquese el producto de forma generosa, no escatime, tenga en cuenta los problemas que se puede ahorrar. Repita la operación después de bañarse si el filtro no es resistente al agua y en cualquier caso si se seca frotándose con la toalla.
  • Protector solar 15 ó 30 minutos antes de la exposición poniendo especial atención en las zonas más sensibles como la cara o los hombros.
  • Con el sol lo mejor es la prevención. Consuma alimentos ricos en vitaminas E y C, auténticas antioxidantes naturales, que le ayudarán a reducir los efectos negativos del sol. Encontrará la vitamina C en cítricos (naranjas, mandarinas, limones, pomelos), en las fresas, en los kiwis, etc. y vitamina E, en el aceite de oliva, por ejemplo. También la vitamina A, presente en la zanahoria o en el tomate prepara su piel para el bronceado.
  • Evite la exposición durante las horas de sol más intenso y tenga en cuenta que en determinadas zonas como las tropicales o sub-tropicales, los rayos solares llegan de una forma más directa, por lo que tendrá que usar más protección.

 

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