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La obesidad: un factor de riesgo para la salud, debe considerarse como una afección crónica, a pesar de que en sí misma no es tanto una enfermedad como un factor de riesgo clave para desarrollar o agravar otras. En general, las personas que sufren de obesidad tienen una esperanza de vida más baja que las que se mantienen en niveles de peso normales. Algunas de las enfermedades que se relacionan directamente con la obesidad son:
Diabetes tipo II: Es la forma más común de diabetes, sobre todo en adultos, y no es dependiente de la insulina. Su tratamiento depende sobre todo de la dieta de la persona afectada y se complica si se suman otros factores a menudo asociados a la obesidad, como la hipertensión arterial, un índice alto de colesterol en la sangre o el sedentarismo.

Hipertensión arterial: El sobrepeso y el exceso de grasas o de sal en la dieta son factores agravantes, cuando no la causa misma, de una excesiva tensión arterial.

Niveles altos de colesterol o triglicéridos en la sangre: A pesar de que en este ámbito influyen diversos factores genéticos u hormonales, la dieta se muestra como el factor clave para contrarrestar el exceso de colesterol o de triglicéridos en el flujo sanguíneo.

Enfermedades respiratorias como la EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica): Sus dos causas principales son la obesidad y el tabaquismo. Un peso correcto ayuda a aliviar los síntomas de estas dolencias y sus posibles complicaciones cardiacas.

Otro campo en el que la influencia de la obesidad tiene un papel muy importante es en el de la depresión, a menudo ligada a la presión social sobre las personas con sobrepeso u obesidad a causa de su imagen. Además, estos cuadros depresivos a menudo conllevan el círculo vicioso por el cual la ansiedad lleva a la persona a comer más como mecanismo de compensación, con lo que el problema se agrava.

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