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El primer acto político en la humanidad fue entonces el acto de dominio de la mujer toda vez que, otro, el hombre decidio el “destino histórico” de ellas.

La primera decisión de la Otra Política debe ser entonces la abolición del patriarcado en todos los ámbitos de la vida humana. Sólo así, la humanidad, hombres y mujeres, haremos de nuestra existencia una trascendencia.

Hay dos frases a partir de las cuales queremos comenzar este articulo. La primera es un refrán que dice “En la guerra y en el amor todo se vale”. La segunda fue escrita por Karl Von Clausewitz y afirma que “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Max Weber en su libro titulado “La política como vocación”, definía a la política como la lucha entre los distintos intereses sobre la distribución, la conservación o la transferencia de PODER al interior o entre distintas entidades políticas. Una entidad política es aquella que organiza o pretende DIRIGIR la trayectoria HISTÓRICA de una sociedad o de un individuo, en un territorio determinado -que bien puede ser toda la tierra o “nadamás” el cuerpo del individuo. Al hablar de política, y no lo digo yo sino que lo escribieron varios de los “clásicos” de la ciencia política (Aristoteles, Maquiavelo, etc), tenemos que tener claro que el objetivo de la misma es participar o influir en las estructuras de dominación presentes. Hace política, dice Max Weber, quien mete la mano en la rueda de la historia -que historicamente se ha basado en la explotación del hombre por el hombre.

Hemos escrito en otro lado que “la jerarquización social originaria proviene de al menos dos factores, el conocimiento sobre el cuerpo -placer y dolor, y la escasez. De estos dos sobreviene una desigual distribución tanto del placer y del dolor, como del trabajo y la riqueza y por lo tanto del conocimiento, lo que estratifica las sociedades en dominadores y dominados (Marcuse). La economía como administración de la escasez y como atribución POLÍTICA de los grupos dominantes, esta orientada por los objetivos que estos mismos, ideológicamente, se planteen. Las civilizaciones, recordemoslo otra vez, estan orientadas por los grupos sociales dominantes. El estado, en este sentido, en la medida en que encarna, estructura y planea la vida social de una población, siempre ha sido un estado de dominación a partir del cual las civilizaciones caminan. En la medida en que la escasez se va convirtiendo en escasez organizada, es decir, en la medida en que la distribución de la escasez, lo mismo que el esfuerzo por superarla (la forma de trabajo), va imponiendose sobre los individuos —primero por medio de la mera violencia, subsecuentemente por una utilización del poder más racional pj la disciplina y el castigo—, va habiendo también un cierto progreso para el conjunto de la sociedad.” He aquí la importancia que la política tiene para el conjunto de la sociedad y para los individuos que la componen pues es claro que los mecanismos de dominación han sido tanto a nivel colectivo como individual.

Así llegamos entonces al Amor. Sin llegar a una definición, simplemente diremos que Amor es la substancia de las relaciones humanas libres (Fromm). Levis-Strauss antropologo estructuralista francés en su libro “Las estructuras elementales del parentesco” afirmaba que el núcleo de la dominación masculina proviene de dos factores y una circunstancia. En la medida en que la mujer se ve definida por su capacidad reproductora de la especie, en este sentido, de igual manera que el prestigio de los hombres esta ligado con las técnica de caza, el prestigio de las mujeres esta relacionado con ese poder reproductor. Es entonces, la circunstancia de la maternidad la que limitará o definirá las tareas propias de la mujer al interior de la division social del trabajo (división sexuada del trabajo). “A los hombres corresponde la caza de animales con mayor talla, la protección contra predadores de todas clases; a las mujeres, la manutención de los niños que no han sido destetados y la recolecta de recursos alimenticios de más fácil acceso (no se puede cazar cómodamente con un bebé en el regazo)” y más tarde la agricultura (Francoise Heritier). Aunado a esta inherente caracteristica de las mujeres, otro elemento que va a definir el núcleo de la dominación masculina, va a ser la apropiación, el control de las mujeres mismas (cuerpo y espíritu) o de los productos de su fecundidad. El primer acto político en la humanidad fue entonces el acto de dominio de la mujer toda vez que, otro, el hombre decidio el “destino histórico” de ellas.

Ya Aristoteles hace siglos afirmaba que había diferencias importantes entre las relaciones de dominación política y las relaciones de dominación domésticas. El al igual que otros muchos sostenía su afirmación en una supuesta inferioridad intelectual de la mujer, algo que por supuesto ellas se han empeñado en demostrar que es totalmente falso. Sin embargo, lo que Aristoteles no decía es que las relaciones de dominación política afectaban no solamente a los ciudadanos, sino también a las mujeres, los niños y aun a los esclavos -por ser motor de su modo de producción. En este sentido es necesario decir que la lucha contra el patriarcado que se dió durante la mitad del siglo XX se debió no solamente a los deseos de la mujer de emanciparse del hombre, sino también porqué así convenía a las relaciones economico políticas de dominación capitalista (en su afán de maximizar las ganancias a partir de la maximización de la explotación de la fuerza de trabajo independientemente de si proviene de un hombre o una mujer, niño o anciano). Si bien es cierto que todos los modos de vida habidos han sido sistemas de dominación; también es cierto que esa dominación es parte de un dominio político mucho mayor ejercido por todos lo que pertenecen a las clases o grupos dominantes, que van a estructurar a las sociedades de arriba hacia abajo de una manera totalmente jerarquica y además “inherentemente” machista. Por esta razón, las mujeres indígenas no solamente padecen discriminación por ser mujeres, sino también por ser de abajo y además ser indígenas.

Pero regresemos al Amor. Y decíamos que política siempre ha sido la lucha por el poder -DOMINANTE. Si la guerra es la continuación de la política y en la guerra todo se vale, entonces, en este sentido, también en el amor todo se vale -con tal de dominar al otro, a la otra. El Subcomandante Marcos, ha propuesto agregarle el término “otra u otro” a ciertos conceptos importantes. Uno de ellos es precisamente el de “Otra Política”. A favor de esta propuesta podríamos decir que de poco nos valdría seguir utilizando o reapropiarnos de la palabra “política” puesto que históricamente hay una forma de hacer política asociada a la palabra política, luego entonces, entraríamos a una discusión maníquea de la que van a salir ganando los que siguen prácticando la vieja forma de hacer política puesto que son ellos los que siguen manteniendo el poder dominante. Hacer otra forma de política y nombrarla un tanto de manera distinta debe pues posibilitarnos mostrar las diferencias teórico prácticas entre el mundo que han construído ellos, del mundo que queremos y construimos nosotros. Abajo y a la izquierda.

Sobre todo es necesario resaltar que la Otra Política no lucha por el poder dominante, sino que lucha por ejercerlo de abajo hacia arriba, no para trepar, sino para tirar a los que estan arriba, y a toda esa entidad política de dominación que es el estado. Sin embargo, es de mi parecer que esa táctica -de nombrarlo como otra u otro, no debe ser aplicada en cuanto al concepto de amor. Por el contrario es sumamente importante dar la lucha en ese terreno. Al amor que busca dominar no hay que llamarlo Amor (sí,con mayúscula), sino domesticación, en el sentido de que pretende servirse de alguien o alguienes. La lucha contra el patriarcado, hay que darla en todos los terrenos en los que se lucha contra el sistema dominante (en la cultura, en el trabajo, en las normas…), pero no podremos ganar la guerra si, efectivamente, no luchamos contra el patriarcado al interior de las relaciones de parentesco, puesto que son estas las que fundan los lazos que estructuran las sociedades y permiten su reproducción (Levi-Strauss). Al calor de la crisis del capitalismo han surgido matrimonios mono y homoparentales, nuevas formas de reproducción asistida, pj, la inseminación artificial, la concepción in vitro, la clonación, e incluso redefiniciones importantes en cuanto al concepto de sexualidad y género (algunas producto de la pandemia del VIH-SIDA), todas ellas, sin embargo, no pueden prescindir del cuerpo o concepto de lo femenino, sea para obtener ovulos, sea para decidir un rol; lo cual nos confirma que el capitalismo es patriarcal puesto que el núcleo de su dominanción sigue conservando y basandose en la apropiación, el control de las mujeres mismas (cuerpo y espíritu) y de los productos de su fecundidad, economica e ideologicamente,como ha sucedido poco a poco desde aquellas sociedades de cazadores-recolectores.

No obstante es necesario apuntar, para no caer en errores, que todas las concepciones de género, los componentes psicológicos, las aptitudes particulares que componen los retratos de la masculinidad y de la feminidad de acuerdo con cada sociedad y que justifican la dominación de un sexo sobre el otro, son producto de la educación y por lo tanto de la ideología. Simone de Beauvoir nos detalla así el conflicto entre hombres y mujeres: “la sociedad codificada por los hombres decreta que la mujer es inferior: y ella solo puede abolir esa inferioridad destruyendo la superioridad viril. Se dedica a mutilar, a dominar al hombre; le contradice; niega su verdad y sus valores. Mas con ello no hace otra cosa que defenderse; no han sido ni una esencia inmutable ni una elección culpable las que la han condenado a la inmanencia, a la inferioridad. Le han sido impuestas. Toda opresión crea un estado de GUERRA.[…] Hoy el combate adopta otra forma: en lugar de querer encerrar al hombre en un calabozo, la mujer trata de evadirse; ya no pretende arrastrarlo a las regiones de la inmanencia, sino de emerger a la luz de la trascendencia. Es entonces la actitud de los varones la que crea un nuevo conflicto: el hombre «concede su libertad» a la mujer de muy mala gana. Le gusta seguir siendo sujeto soberano, superior absoluto, ser esencial; se niega concretamente a tener por igual a su compañera; y ella replica a esa desconfianza con una actitud agresiva. […] Esta diferencia de actitud se proyecta tanto en el plano sexual como en el espiritual; la mujer «femenina», al hacerse presa pasiva, trata de reducir también al varón a su pasividad carnal; procura hacerle caer en la trampa, encadenarlo a través del deseo que despierta, haciéndose dócilmente cosa; por el contrario,la mujer «emancipada» se quiere activa, prensil, y rechaza la pasividad que el hombre pretende imponerle. […] Pero la mujer «moderna» acepta los valores masculinos: pone todo su amor propio en pensar, obrar, trabajar y crear con los mismos títulos que los varones; en lugar de tratar de rebajarlos, afirma que se iguala a ellos. En la medida en que se expresa en actitudes concretas, esa reivindicación es legítima; y entonces la insolencia de los hombres es la que resulta condenable. Pero hay que decir en disculpa de ellos que las mujeres embrollan a propósito las cartas. […] muchas mujeres, para demostrar con sus éxitos que valen tanto como un hombre, se esfuerzan por asegurarse sexualmente un apoyo masculino; juegan así con dos barajas, reclamando a la vez antiguas consideraciones y una estimación nueva, apostando a su antigua magia y a sus recientes derechos; se comprende que el hombre, irritado, se sitúe a la defensiva; pero también él es falaz cuando exige que la mujer participe lealmente en el juego, al mismo tiempo que, con su desconfianza y su hostilidad, le niega los triunfos indispensables. […] La disputa durará en tanto que hombres y mujeres no se reconozcan como semejantes, es decir, en tanto se perpetúe la feminidad como tal; ¿quiénes de ellos son los más encarnizados en mantenerla? La mujer que se libera de ella quiere, no obstante, seguir conservando sus prerrogativas; y el hombre exige que entonces asuma también sus limitaciones.[…] Los innumerables conflictos que enfrentan a hombres y mujeres derivan de que ninguno de los dos asume todas las consecuencias de esa situación que uno propone y otra sufre; esa incierta noción de la «igualdad en la desigualdad», de la cual se sirve uno para enmascarar su despotismo y la otra su cobardía, no resiste a la experiencia; en sus intercambios, la mujer reclama la igualdad abstracta que le han garantizado, y el hombre, la desigualdad concreta que constata. De ahí proviene que en todas esas relaciones se perpetúe un debate indefinido sobre el equívoco de las palabras dar y tomar: ella se queja de que lo da todo, él protesta que ella le toma todo. […] En esos combates en los cuales creen enfrentarse el uno contra el otro, cada cual lucha contra sí mismo, proyectando en su compañero esa parte de sí mismo que cada cual repudia; en lugar de vivir la ambigüedad de su condición, cada uno de ellos se esfuerza por hacer soportar al otro su abyección, reservándose para si el honor. Si, no obstante, ambos la asumiesen con lúcida modestia, correlativa de un auténtico orgullo, se reconocerían como semejantes y vivirían amistosamente el drama erótico. El hecho de ser un ser humano es infinitamente más importante que todas las singularidades que distinguen a los seres humanos; nunca es el dato lo que confiere superioridad: la «virtud», como la llamaban los antiguos, se define al nivel de «lo que depende de nosotros». En los dos sexos se desarrolla el mismo drama de la carne y el espíritu, de la finitud y la trascendencia; a ambos los roe el tiempo, los acecha la muerte; ambos tienen la misma necesidad esencial uno del otro; y pueden extraer de su libertad la misma gloria: si supiesen saborearla, no sentirían la tentación de disputarse falaces privilegios; y entonces podría nacer la fraternidad entre ellos.” (Conclusiones de “El Segundo Sexo” de Simone de Beauvoir)

La guerra contra el patriarcado, es también guerra contra los grupos y clases dominantes. La estrategia de lucha contra ellos, debe serlo a su vez, contra el patriarcado. Llevar adelante Otra Política es también saber Amar. Amar, entonces implica: reconocimiento del otro y de sus necesidades, respeto, autonomía, apoyo y solidaridad mutua, deseo (deseo de escuchar, deseo de ver, deseo de oler, deseo de tocar, deseo de gustar, deseo de escuchar), placer, independencia y muchas razones para compartirse con el otro, con la otra. Dentro del debate entre los adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona emitida por el EZLN se encuentra un punto a discusión para decidir si el movimiento político revolucionario que estamos construyendo se va a definir como antipatriarcal, o no. Son muchas las posiciones arcaicas y retrogradas tanto de hombres como de mujeres respecto de este punto que se ven evidenciadas en la lucha, esta si política, que se esta dando al interior de la Otra Camapña. Nosotros en varias ocasiones nos hemos pronunciado sobre la imperiosa necesidad de definirnos antipatriarcales. Debemos comprender, y asi hemos tratado de exponerlo aqui, que de no ser de tal manera, estamos condenados a repetir formas de organización social, jerarquicas, machistas, de dominación y eso no tiene nada de revolucionario, ni de rebelde. La lucha del Amor contra la domesticación, es la lucha de las y los hombres, los y las mujeres contra las relaciones de dominación.

Finalmente habría que agregar que las guerras siempre han sido para dominar, que el Amor nunca debe ser una guerra, que la Otra Política tiene una ética que busca poder hacernos libres, los unos a los otros y que si estamos en guerra no es para dominar a otros, sino apenas para dar una lección de amor… que nos ponga en el camino de la libertad.

“No estamos haciendo solo una promesa, estamos comunicandoles y avisandoles una certeza, en poco tiempo allá afuera y aquí adentro, se va a levantar otro viento, el mejor, el más digno y consecuente que se ha levantado en este país y lo que va a pasar no tiene precendentes en nuestra historia ni en la historia mundial, acá en México, acá en todo el México de abajo va a darse la mejor lección de AMOR, que estas tierras, y me refiero al planeta tierra, han recibido en toda su existencia” Subcomandante Insurgente Marcos. Mayo 2006

Sabemos por experiencia propia que tener la dignidad de proclamarnos antipatriarcales, puede ser una tarea que nos ocupe varias noche de desamor y de desvelo. Sin embargo estamos seguros, que aprender a Amar es tan importante como aprender a hacer Otra Política y que no podremos llevar adelante ésta, si a la par no demostramos que sabemos Amar.

La primera decisión de la Otra Política debe ser entonces la abolición del patriarcado en todos los ámbitos de la vida humana. Sólo así, la humanidad, hombres y mujeres, haremos de nuestra existencia una trascendencia.

Chk García

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