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Todos los mamíferos dan a luz gracias a una repentina emisión de
hormonas. Una de ellas, concretamente la oxitocina, juega un papel
trascendental, ya que es necesaria para la contracción del útero, lo
que facilita el nacimiento del bebé y la expulsión de la placenta.
También se la conoce por inducir amor maternal. Igualmente, todos los
mamíferos pueden segregar una hormona de emergencia, la adrenalina,
cuyo efecto es frenar la oxitocina. La adrenalina se segrega ante una
situación de peligro. El hecho de que la oxitocina y la adrenalina sean
antagonistas explica que la necesidad básica de todos los mamíferos a
la hora de parir es sentirse seguros. En la jungla, la hembra no podrá
dar a luz mientras exista un peligro, como por ejemplo la presencia de
un depredador. En este caso, la segreración de adrenalina es una
ventaja, pues los músculos que sostienen el esqueleto recibirán más
sangre, y la hembra dispondrá de energía suficiente para luchar o huir;
en este caso, es una ventaja poder frenar la producción de oxitocina y
posponer el parto. Existen multitud de
situaciones asociadas con la producción de adrenalina. Los mamíferos la
segregan cuando se sienten observados. Cabe destacar que los mamíferos
cuentan con estrategias específicas para no sentirse observados cuando
están de parto; la privacidades, obviamente, otra necesidad básica. La
hormona de emergencia está también implicada en la termorregulación. En
un entorno frío, observamos otra de las conocidas funciones de la
adrenalina: inducir el proceso de vasoconstricción. Así podemos
explicar que, cuando una hembra está pariendo, y de acuerdo a la
adaptibilidad de las especies, tiene que estar en un entorno lo
suficientemente cálido. Dado que los humanos somos mamíferos, tales
consideraciones fisiológicas vienen a sugerir que, a la hora de parir,
las mujeres deben sentirse seguras, pero sin sentirse observadas y con
una temperatura ambiente adecuada.

Las Desventajas de los Humanos

Mientras que la perspectiva fisiológica identifica fácilmente cuáles
son las necesidades primarias de las mujeres a la hora de parir,
también podemos entender las desventajas específicamente humanas de
este período, las cuales están relacionadas con el descomunal
desarrollo de esa parte del cerebro denominada neocórtex. Es gracias a
nuestro altamente desarrollado neocórtex que podemos hablar, contar y
ser lógicos, así como capaces de razonar. En su origen, el neocórtex es
una herramienta que sirve a las viejas estructuras del cerebro,
ayudando a nuestro instinto de supervivencia .El problema es que su
actividad tiende a controlar estructuras primitivas del cerebro y, así,
inhibir el proceso de nacimiento (y cualquier otro tipo de experiencia
sexual). Al respecto, la naturaleza encontró una solución para superar
esta desventaja específicamente humana a la hora de dar a luz. Se
entiende que el neocórtex debería de encontrarse en estado de reposo
para que las estructuras primitivas del cerebro puedan fácilmente
segregar las hormonas necesarias. Esto explica el hecho de que cuando
las mujeres están de parto tienden a aislarse del resto del mundo, a
olvidar lo que leyeron o se aventuran a hacer lo que nunca habrían
hecho en su vida diaria, como gritar, insultar, adoptar posturas
inesperadas, etc. Muchas veces he escuchado a mujeres decir, después de
haber parido, “estaba como en otro planeta”. Cuando una mujer de parto
“está en otro planeta”, significa que la actividad de su neocórtex es
reducida. Esta reducción de la actividad del neocórtex es un aspecto
esencial de la fisiología del nacimiento en los humanos, de lo cual se
deduce que una de las necesidades básicas de las mujeres durante el
parto es la de ser protegidas de cualquier tipo de actividad
neocortical. Desde un punto de vista práctico, es útil explicar lo que
esto significa y repasar todos los factores bien conocidos que pueden
estimular el neocórtex humano:

Lenguaje

En particular, el lenguaje racional. Cuando nos comunicamos por
medio del lenguaje, procesamos lo que recibimos con el neocórtex. Esto
implica que si hay una comadrona, una de sus principales cualidades
debería ser mantenerse al margen, en silencio y, sobre todo, evitar
preguntar algo en concreto. Imaginemos a una mujer en pleno parto y “ya
en otro mundo”. Una mujer que grita, que se comporta de una manera que
nunca se atrevería en su vida cotidiana. Se ha olvidado de todo lo que
ha aprendido o leído sobre el nacimiento, ha perdido el sentido del
tiempo y de pronto se le obliga a contestar a la pregunta “¿A qué hora
hizo pipí por última vez?”. A pesar de que parezca sencillo, pasará
mucho tiempo antes de que los que atienden partos comprendan el
significado y la importancia de la palabra silencio.

Luz

Es otro factor que estimula el neocórtex de los seres humanos. Está
sobradamente comprobado que la estimulación visual influye en el
resultado de los encefalogramas. Cuando queremos dormir, apagamos la
luz y corremos las cortinas, para así reducir la actividad de nuestro
neocórtex, lo que implica que, desde una perspectiva fisiológica, una
luz atenuada en general facilita el nacimiento. Llevará tiempo
convencer a los profesionales de la salud de la importancia de este
asunto. Es interesante observar que cuando una mujer está de parto,
espontáneamente adopta posturas que la protegen de los estímulos
visuales, como por ejemplo, cuando está a cuatro patas, como rezando.
Esta postura, tan común en las mujeres de parto, no sólo reduce el
dolor en la espalda, sino que tiene también otros efectos positivos,
como eliminar la causa principal de estrés fetal (se descomprime así la
vena cava), al tiempo que facilita la rotación del cuerpo del bebé.

Sentirse observada

También puede ser otra manera de estimular el neocórtex. Cuando una
persona se siente observada, existe una respuesta fisiológica que ha
sido científicamente estudiada. Por otro lado, es de sentido común que
todos nos sentimos diferentes cuando sabemos que estamos siendo
observados. En otras palabras, la intimidad es un factor que facilita
la reducción del control ejercido por el neocórtex. Resulta irónico que
todos los mamíferos no humanos, que tienen un neocórtex no tan
desarrollado como el nuestro, tengan una estrategia para dar a luz en
la intimidad: los que están activos durante la noche, como las ratas,
tienden a parir de día, y los que están activos durante el día, como
los caballos, tienden a dar a luz durante la noche. Las cabras salvajes
alumbran en zonas inaccesibles, y los chimpancés se alejan de su grupo,
se aíslan. La importancia de la intimidad nos enseña que existe una
gran diferencia entre la actitud de una comadrona que se sitúa frente a
la mujer de parto y la observa, y la de otra comadrona que se sienta
discretamente en un rincón. También nos muestra que deberíamos de
evitar introducir cualquier tipo de dispositivo que pueda ser percibido
como un agente observador, del tipo de cámara fotográfica, de vídeo o
monitor fetal electrónico. De hecho, toda situación que pueda
desencadenar una liberación de adrenalina puede ser catalogada como un
factor estimulante de la actividad neocortical.

Dificultades Mecánicas del Nacimiento del Homo Sapiens

Están también relacionadas con el desarrollo del cerebro. Cuando una
mujer encinta llega a término, el diámetro menor de la cabeza del bebé
(que no es exactamente como una esfera) casi coincide con el diámetro
mayor de la pelvis de la madre (que tampoco es exactamente como un
cono). El proceso evolutivo adoptó una continuidad de soluciones para
así alcanzar los límites de lo que es posible. La primera solución fue
hacer el embarazo lo más corto posible; de alguna manera, el bebé
humano nace prematuramente. Además, se ha probado recientemente que la
mujer embarazada puede, hasta cierto punto, adaptar el tamaño del feto
a su tamaño modulando el fluido sanguíneo y la disponibilidad de
nutrientes hacia el feto. Es por esta razón que las madres receptoras
de embriones de donantes con tallas genéticamente superiores llegan a
término habiendo engendrado bebés más pequeños de lo previsto. Desde un
punto de vista mecánico, la cabeza del bebé tiene que estar lo más
flexionada posible, de manera que presente el menor diámetro antes de
emprender la espiral que lo llevará fuera de la pelvis materna. El
nacimiento de los humanos es un complejo fenómeno asimétrico, con la
pelvis materna abierta transversalmente al máximo de sus posibilidades
a la entrada, y también lo más ancho posible longitudinalmente a la
salida. Un proceso de “amoldamiento” puede cambiar ligeramente la forma
del cráneo del bebé si fuera necesario. Cuando se habla de las
particularidades mecánicas del nacimiento humano no podemos dejar de
referirnos y compararnos con lo que sucede con nuestros parientes más
cercanos, los chimpancés. Con el embarazo a término, la cabeza de un
bebé chimpancé ocupa un espacio significativamente menor en la pelvis
materna, con la vulva de la madre perfectamente centralizada, con lo
que el descenso de la cabeza del bebé se presenta de una manera lo más
directa y simétrica posible. A juzgar por los hechos, parece que desde
que nos separamos de los otros chimpancés y a través de la evolución de
las especies de homínidos, ha venido originándose un conflicto entre
moverse rectos sobre los dos pies y la tendencia hacia un cerebro cada
vez mayor. El cerebro del Homo moderno es cuatro veces mayor que el de
nuestro famoso ancestro conocido como Lucy. Tal conflicto en nuestras
especies viene dado porque esa pelvis adaptada a un cuerpo
verticalizado debe estrecharse, para así permitir que las piernas
permanezcan juntas bajo nuestra columna vertebral, lo cual facilita la
transferencia de fuerzas desde las piernas hasta la espina cuando
corremos. Esta postura erguida se convierte en un requisito previo para
nuestro desarrollo cerebral. Por otra parte, los mamíferos, que
ejecutan sus movimientos con las cuatro extremidades a un tiempo, son
incapaces de llevar cargas pesadas sobre la cabeza, como nosotros
cuando andamos derechos. Quizá es por este motivo por el que durante el
proceso evolutivo se han encontrado soluciones como una pelvis
ensanchable útil para el nacimiento del “mono con el cerebro grande”,
teniendo en cuenta que cuanto más corrieran nuestros ancestros, mayores
probabilidades de supervivencia.

Medio Cultural

Otra diferencia entre los humanos y los otros mamíferos es que,
cuando un nacimiento ha sufrido cualquier clase de intervención, ya sea
con drogas o simplemente por demasiada gente alrededor, el efecto es
mucho más evidente a nivel individual entre los mamíferos no humanos.
Para explicar lo que acabo de decir existen incontables experimentos
confirmando que el comportamiento maternal de los mamíferos no humanos
puede cambiar espectacularmente si se pone al animal anestesia general.
Hace casi un siglo, en Sudáfrica, Eugene Marais estuvo realizando
experimentos con la finalidad de confirmar su intuición de poeta de que
existe una conexión entre el dolor del nacimiento y el amor materno
(1). Marais estudió un grupo de 60 antílopes cafres salvajes sabiendo
que no había habido un solo caso de madre de este rebaño que hubiera
rechazado a un retoño en los últimos 15 años. Procedió entonces a dar a
las madres que iban a parir unas chupadas de cloroformo y éter; el
resultado fue el rechazo posterior de éstas hacia sus crías. El
comportamiento materno también puede ser alterado por la acción de la
anestesia local. En los años 80, Krehbiel y Poindron estudiaron los
efectos de la anestesia epidural en ovejas con resultados fáciles de
resumir (2): cuando las ovejas paren con anestesia epidural no cuidan
de sus crías. En Veterinaria, existe hoy en día la práctica de cesárea
entre ciertas razas de perros. Esto es posible porque los seres humanos
compensan esta práctica, que acarrea inadecuados comportamientos
maternales entre los perros, con preparados lácteos que reemplazan la
leche canina. Referente a los efectos de la cesárea en la conducta de
los primates contamos con extensa documentación, ya que diferentes
especies de monos son utilizados como animales de laboratorio. Por
ejemplo, en el caso de dos tipos de macacos (los rhesus y los conocidos
como”comedores de cangrejos”) (3), las madres no cuidan de sus crías
tras una cesárea. En estos casos, el personal de laboratorio debe
recubrir el cuerpo de la cría con secreciones vaginales con la
finalidad de estimular el interés de la madre por el recién nacido. No
es necesario presentar muchos más ejemplos de experimentos con animales
para convencer a cualquier persona de que la cesárea, o simplemente la
anestesia necesaria para la operación, pueden alterar fatalmente la
actitud maternal de los mamíferos en general. Con respecto a este
asunto, los humanos son especiales. Millones de mujeres en todo el
mundo han cuidado a sus bebés tras una cesárea, una epidural o un parto
en el que están “ligeramente colocadas”. Sabemos por qué el
comportamiento de los seres humanos es más complejo y más difícil de
interpretar que la conducta de otros mamíferos, incluyendo los primates
(4). Los seres humanos han desarrollado sofisticados medios de
comunicación: son capaces de hablar, han creado culturas y su
comportamiento está menos influenciado por su regulación hormonal y más
directamente por el medio cultural en el que habitan. Una mujer puede
anticipar un comportamiento maternal cuando sabe que está embarazada.
Esto no significa que no tengamos nada que aprender de los mamíferos no
humanos. Lo aprendido de los experimentos con animales nos indica el
tipo de preguntas que debemos hacer cuando nos referimos a la especie
humana, las cuales deben incluir tanto el término “civilización” como
el término “cultura”.

Por ejemplo, si otros mamíferos no cuidan de sus crías tras un parto
por cesárea, lo primero que nos tendríamos que plantear es: “¿Cuál es
el futuro de una civilización nacida por cesárea?”. Por un lado, el
medio cultural atenúa los efectos del desequilibrio hormonal, pero por
otro perturba el proceso del nacimiento. En otras palabras, todas las
sociedades que conocemos han perturbado la fisiología del parto y
nacimiento. La sociedad interfiere en el proceso fisiológico a través
de comadronas o doctores que son a menudo demasiado activos, por no
decir invasivos. Al principio, las mujeres tenían la tendencia a dar a
luz cerca de sus madres o cerca de una madre de la familia o la
comunidad. Aquí se encuentra el origen de la Partería. La comadrona
representa la figura de la madre. En un mundo ideal, nuestra madre es
el prototipo de persona con quien nos sentimos seguras, sin ser
observadas o juzgadas. En muchas sociedades, la persona que atiende el
parto representa el papel de guía o asistente. La transmisión de
creencias y rituales es la forma más poderosa de controlar el proceso
del nacimiento, y en particular, la fase del parto entre el nacimiento
del bebé y la expulsión de la placenta. Por ejemplo, la creencia de que
el calostro es nocivo y se debe evitar dar al bebé ha estado presente
en los cinco continentes, y la consiguiente acción es que la criatura,
inmediatamente después de nacer, debe estar en los brazos de otra
persona distinta a la madre. De ello deriva, a su vez, la tan enraizada
costumbre de precipitarse a cortar el cordón. Éstos son sólo dos
ejemplos de una larga lista de creencias y rituales que interfieren
negativamente en el proceso fisiológico del nacimiento. También hay
creencias que refuerzan ciertos rituales; por mencionar una, digamos
que todavía en ciertos grupos étnicos de África Occidental la madre no
debe ver los ojos de su bebé en las primeras 24 horas “para evitar que
los malos espíritus invadan el cuerpo del recién nacido”. Es importante
darse cuenta de que la cultura del siglo XXI transmite sus propias
creencias, especialmente entre los grupos que se autodenominan de
“nacimiento natural” y que van en contra de lo que hemos aprendido de
la perspectiva fisiológica y del comportamiento de los otros mamíferos
(no humanos). Por ejemplo, es común comparar a las mujeres de parto con
atletas, a quienes se les aconseja consumir carbohidratos, proteínas y
líquidos antes de empezar una actividad física extrema (5). Mucha gente
que trabaja dentro del “nacimiento natural” con madres embarazadas
están influenciadas por tales comparaciones y les explican que cuando
comience el parto deben comer, por ejemplo, pasta, y durante el trabajo
de parto deben beber bebidas dulces, como jugos o agua y miel. Pero la
realidad es otra: cuando la primera fase de un parto progresa bien,
esto significa que el nivel de adrenalina de la parturienta es bajo.
Esta mujer tenderá a permanecer inmóvil (quizás recostada hacia delante
o sobre el costado, o como su cuerpo se lo pida). Cuando los músculos
del esqueleto están descansando, es muy poca la energía que se gasta.
Además, cuando un parto progresa bien, esto es una señal de que el
neocórtex está descansando. Y recordemos que el neocórtex es otro
órgano del cuerpo humano que necesita buena cantidad de glucosa para
funcionar. Comparar a una mujer de parto con una “atleta de maratón”
nos puede llevar a otros errores, como el de sobreestimar la necesidad
de agua. Es importante recordar que la parturienta no pierde mucha agua
porque presenta altos niveles de vasopresina (la hormona que retiene
agua) y porque los músculos del esqueleto no están activos. Esta
analogía tan errónea (parturienta = atleta) hace que muchas mujeres de
pronto terminen con una vejiga demasiado llena. Al mismo tiempo, a
muchas mujeres de parto se les aconseja caminar. ¡Pero cuando la
embarazada no tiene ganas de hacer nada es un señal muy buena!, pues
significa que su nivel de adrenalina es bajo (6). Por regla general,
cuando la primera fase del parto marcha bien, las mujeres tienden a
estar pasivas, reclinadas o a cuatro patas, y sugerirles una actividad
muscular no sólo es contraproducente, sino hasta cruel.

Los Momentos Cruciales

¿Cuáles son las ventajas evolutivas de esta multitud de creencias y
rituales que tienden a enfrentarse al instinto protector materno
durante ese período de tiempo considerado tan crítico para el
desarrollo de la capacidad de amar?

En el contexto científico actual podemos hacernos tales preguntas
porque las respuestas vienen solas. Desde los tiempos en los que la
estrategia básica de supervivencia de la mayoría de los grupos humanos
era dominar la Naturaleza y dominar a otros grupos humanos, era
ventajoso hacer a los seres humanos agresivos y capaces de destruir la
vida. En otras palabras, era una ventaja moderar la capacidad de amar,
incluyendo el amor por la Naturaleza y el respeto por la Madre Tierra.
Era una ventaja perturbar los procesos fisiológicos en el período
perinatal, particularmente la fase que va desde el nacimiento del bebé
hasta la expulsión de la placenta, y que ahora sabemos que es crítica
en el desarrollo de la capacidad de amar. A través de miles de años se
han ido seleccionando los grupos humanos según su potencial de
agresividad, y todos nosotros somos, hoy día, el fruto de tal selección.

Estas consideraciones pertenecen al contexto de lo que yo llamo
‘Criterio del siglo XXI’ (7). Nos encontramos en un momento crucial
donde la Humanidad debe inventar nuevas estrategias de supervivencia.
Actualmente estamos llegando al límite de las viejas tradiciones.
Tenemos que hacernos nuevas preguntas del tipo “¿Cómo se desarrolla el
amor y el respeto por la Madre Tierra?”. Para no seguir destruyendo
nuestro planeta necesitamos más que nunca la energía del Amor. Todas
las creencias y costumbres que ignoran el instinto protector materno ya
no ofrecen ventaja evolutiva alguna. Tenemos nuevas razones para dejar
de una vez de interferir en los procesos fisiológicos. Tenemos nuevas
razones para redescubrir las necesidades básicas de las mujeres que dan
a luz y las necesidades de sus recién nacidos. Este punto crucial en la
Historia de la Humanidad coincide con el momento mismo en el que la
Historia del Nacimiento atraviesa una etapa totalmente nueva. Aunque
todas las sociedades humanas han querido controlar el nacimiento, la
situación es radicalmente nueva al comienzo del siglo XXI (8). Hasta
hace muy poco, una mujer no podía ser madre sin emitir un flujo de
hormonas, que son en realidad un complejo cóctel de hormonas del amor.
Pero actualmente, con la industrialización de los nacimientos, la
mayoría de las mujeres dan a luz sin producir estas hormonas. Muchas
tienen cesáreas programadas, a otras se les bloquea su flujo natural de
hormonas al utilizar la oxitocina sintética combinada con la anestesia
epidural. Y aquéllas que dan a luz sin intervención muy a menudo
reciben un agente farmacológico para la expulsión de la placenta en un
momento tan crítico para la relación madre – hijo. Quiero subrayar que
la inyección de oxitocina sintética no conlleva un efecto sobre la
conducta porque no alcanza el cerebro. De seguir con tales prácticas,
debemos preguntarnos cómo será la civilización futura.

Una Guía Simple y Lógica

Ya que es urgente mejorar nuestra comprensión de lo fisiológico, una
simple guía nos parece apropiada para redescubrir las necesidades de
las mujeres durante el parto. Éstas pueden ser resumidas en una frase:
en lo que concierne al parto y al nacimiento, todo lo que es
específicamente humano debe ser eliminado, al tiempo que las
necesidades mamíferas deben ser satisfechas. Suprimir lo que es
específicamente humano implica primero liberarse de todas las creencias
y costumbres que han interferido la fisiología de este proceso durante
milenios. También significa que el neocórtex, esa parte del cerebro tan
desarrollada en el ser humano, necesita reducir su actividad, y que el
lenguaje, específicamente humano, debería ser utilizado con extrema
precaución. Para satisfacer nuestras necesidades de mamíferos humanos
necesitamos otorgar gran importancia a la intimidad, ya que todos los
mamíferos tienen una estrategia para no sentirse observados cuando
paren. También tenemos la necesidad de sentirnos seguros. Es
significativo que cuando una mujer disfruta de completa intimidad y se
siente segura, a menudo adopta posturas típicas de los mamíferos, como
por ejemplo, a cuatro patas. Es común oír decir que el nacimiento debe
“humanizarse”. Pero en realidad la prioridad es “mamiferar” el
nacimiento. El nacimiento debe, en cierta manera, deshumanizarse.

Traducción:Liliana Lammers

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