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En los mismos inicios de la Creación, según el Génesis
bíblico, el hombre fue hecho por Dios de una masa informe de barro,
de la propia tierra.
Y es esa misma tierra la que proporciona al ser
humano un auténtico regalo: la posibilidad, científicamente demostrada,
de curar muchas dolencias y enfermedades, gracias a algo en apariencia
tan sencillo y tan al alcance de todos como es la arcilla.


Desde hace milenios, culturas como la china o la egipcia
ya conocían los poderes curativos de la arcilla y su efectividad en
casos de reumatismo, artrosis, problemas gástricos y en muchas afecciones
de la piel.
Sobre tales virtudes se han publicado libros, folletos
e incontables artículos en todo el mundo.


Hasta hace poco tiempo, las propiedades del barro de
arcilla se atribuían a su acción absorbente, creyéndose que actuaba
como una especie de esponja mineral. Pero lo que más sorprendía a
los científicos es que, aplicada a la piel, la arcilla eliminaba del
cuerpo los gérmenes nocivos y las substancias tóxicas, y solamente
absorbía los elementos perjudiciales para el organismo, dejando en
cambio intactos los elementos que éste necesita.
Es decir, que dicha
capacidad de absorción no era indiscriminada. Este hecho se atribuía
a un raro capricho de la naturaleza, a algo casi incomprensible e
incluso mágico.


Ahora, sin embargo, ya se conocen las explicaciones
científicas sobre el porqué la arcilla se comporta como lo hace. Al
ser un silicato de aluminio, en sus cadenas químicas se agrupan los
iones alcalinos y los oligoelementos, tales como el hierro, el cromo
o el manganesio.
Gracias a ellos, la arcilla absorbe gases y moléculas
orgánicas, pero además actúa como intercambiador de iones, sustituyendo
los que están en su estructura por los que sobran en los tejidos.
Así se logra establecer un equilibrio biológico, mediante el cual
gracias a la arcilla se suministran al organismo los iones curativos
que necesita, en tanto que otros, los nocivos, son eliminados.


Son muchas las personas que, ya sea en balnearios de
aguas termales, en saunas o en centros de estética y de tratamiento
corporal, han descubierto los beneficios de un baño de arcilla, o
de la aplicación de cataplasmas, o de su ingesta en pequeñas dosis,
diluida en agua.


En Eivissa no son pocas las personas que se someten
a tratamientos con arcilla en laboratorios de belleza o saunas, y
también los hay que en ciertas playas o calas recónditas, donde puede
practicarse el nudismo o el naturismo con toda libertad, suelen untarse
el cuerpo de arcilla para protegerse del sol en los momentos en que
sus rayos alcanzan mayor intensidad.


En Formentera, incluso, son centenares los turistas
que acostumbran a introducirse en una charca de barro situada en el
islote de Espalmador.
Aunque las condiciones higiénicas o sanitarias
de ese lugar no son precisamente las más recomendables, no se conoce
ningún caso en que alguien haya padecido alguna afección; antes al
contrario: el barro de la charca, como cualquier otro barro arcilloso
que puede recogerse en otros muchos puntos de las Pitiüses, posee
efectos beneficiosos para eliminar el acné, las impurezas o el exceso
de grasa de la piel, además de constituir la mejor y más eficaz protección
contra las quemaduras solares.



La arcilla, como cataplasma caliente, combate los dolores
reumáticos, alivia los procesos inflamatorios de la artrosis, hace
desaparecer forúnculos y previene contra la aparición de algunos tipos
de herpes o eczemas.
Una cucharada diluida en agua acaba, haciendo
gargarismos, con inflamaciones como los dolores de garganta. Asimismo,
facilita los procesos digestivos y corta algunos tipos de diarreas.
Muchos antiácidos estomacales que se venden en las farmacias están
confeccionados con arcilla (silicato de aluminio). Si se aplica fría,
es eficaz contra neuralgias y calambres. Y aún tiene otras muchas
propiedades.

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