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– De la manera de cambiar la mencionada Piedra en una Medicina que transmuta toda clase de metal en verdadero Sol y verdadera Luna y sobre todo el mercurio vulgar en metal más puro que el que sale de las minas.

Después de su primera resolución, nuestra Piedra multiplica cien partes de materia preparada, y después de la segunda mil. Se multiplica disolviendo, coagulando, sublimando y fijando nuestra materia, que de ese modo puede acrecentarse indefinidamente en cantidad y en calidad.

Coged un poco de nuestra cantera blanca, disolvedla en nuestro menstruo hediondo, que es llamado vinagre blanco en nuestro Testamentum, en el capítulo en que decimos: Toma un poco de buen vino bien seco, pon allí la Luna, es decir, el Agua verde y C, o sea Salitre…

Pero no nos apartemos: tomad cuatro onzas de nuestra Cal viva y hacedlas disolver en nuestro menstruo: la veréis convertirse en agua verde.

Aparte, en trece onzas del mismo menstruo hediondo disolveréis cuatro onzas de mercurio vulgar bien lavado, y en cuanto esté terminada la disolución, la mezclaréis con la disolución anterior: las pondréis en un recipiente herméticamente cerrado, y haréis digerir en estiércol de caballo durante treinta días, destilando después al baño de maría hasta que no pase nada más.

Volved a destilar a fuego de carbón a fin de extraer e! aceite, y entonces, la materia que quedará será negra. Tomad ésta y destilad durante dos horas sobre cenizas, en un pequeño hornillo. Cuando el recipiente esté frio, abridle y echadle el agua que fue antes destilada al baño de maría.

Lavad bien la materia al baño de maría; recoged toda el agua que pase, unidla al aceite y destilad sobre las cenizas. como se ha dicho. Repetid esta operación hasta el momento en que la materia quede en el fondo del matraz negra como el carbón.

Hijo de la ciencia, entonces tendrás la Cabeza de cuervo que los Filósofos han buscado tanto, sin la cual no puede existir el Magisterio. Por eso, ¡Oh, hijo mío!, recuerda la divina Cena de Nuestro Señor Jesucristo que murió, fue sepultado, y el tercer día volvió a la luz en la tierra eterna. Aprende, ¡Oh, hijo mío! que nadie puede vivir si antes no ha muerto.

Toma, por tanto, tu cuerpo negro, calcínalo en el mismo matraz durante tres días y deja después enfriar. Ábrele y encontrarás una tierra esponjosa y muerta, que conservarás hasta que sea necesario unir el cuerpo al alma.

Tomarás el agua que fue destilada al baño de maría y la destilarás varias veces seguidas, hasta que se encuentre bien purificada y reducida a materia cristalina. Imbibe entonces tu cuerpo, que es la Tierra negra, con su propia agua, regándola poco a poco y calentando todo, hasta que el cuerpo se vuelva blanco y resplandeciente. El agua que vivifica y clarifica ha penetrado en el cuerpo.

Tapado el matraz con masilla especial, calentarás violentamente durante doce horas, como si quisieras sublimar el mercurio vulgar.

Enfriado el recipiente, le abrirás y hallarás en él tu materia sublimada, blanca: es nuestra Tierra Sellada, es nuestro cuerpo sublimado, elevado a una alta dignidad, es nuestro Azufre, nuestro Mercurio, nuestro Arsénico, con el cual volverás a calentar nuestro Oro: es nuestro fermento, nuestra cal viva, y engendra en sí al Hijo del fuego que es el Amor de los filósofos.

Medicina que transmuta toda clase de metal en verdadero...

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