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– Hemos llamado Clavícula a esta obra, porque sin ella es imposible comprender los demás libros nuestros, cuyo conjunto abarca el Arte entero, porque nuestras palabras son oscuras para los ignorantes.

He escrito muchos tratados y muy extensos, pero divididos y oscuros, como puede verse en el Testamentum, donde hablo de los principios de la naturaleza y de todo lo que se relaciona con el arte: pero el texto ha sido sometido al martillo de la Filosofía. Lo mismo sucede con mi libro del Mercurio de los filósofos, en el segundo capítulo: “De la fecundidad de las canteras físicas”, e igual con mi libro de la Quintaesencia del oro y de la plata, y lo mismo, en fin, con todas mis otras obras, donde el arte está tratado de un modo incompleto, salvo que siempre oculté el secreto principal.

Ahora bien, sin ese secreto, nadie puede entrar en las minas de los filósofos y hacer algo útil, por eso, con la ayuda y permiso del Altísimo, al que plugo revelarme la Gran Obra, hablaré aquí del Arte sin ninguna ficción. Pero cuidaos de revelar este secreto a los malos; no lo comuniquéis sino a vuestros amigos íntimos, aunque no debierais revelarlo a nadie, porque es un don de Dios que con él hace un presente a quien le parece bueno. El que le posea, tendrá un tesoro eterno.

Por ende, aprended a purificar lo perfecto por lo imperfecto. El Sol es el padre de todos los metales y la Luna es su madre: aunque la Luna reciba su luz del Sol. De estos dos astros depende todo el Magisterio.

Según Avicena, los metales no pueden ser transmutados sino después de haber sido llevados a su materia prima, lo cual es cierto. De modo que necesitarás reducir primeramente los metales a Mercurio: pero no hablo aquí del mercurio corriente, volátil, hablo del Mercurio fijo: porque el Mercurio vulgar es volátil, lleno de una frialdad flemática; es indispensable que sea reducido por el Mercurio fijo, más cálido, más seco, dotado de cualidades contrarias a las del mercurio vulgar.

Por esto os aconsejo, ¡oh, amigos míos!, que no obréis con el Sol y la Luna, sino después de haberlos llevado a su materia prima, que es el Azufre y el Mercurio de los filósofos.

¡Oh, hijos míos!, aprended a serviros de esa materia venerable, porque, os lo advierto por la fe del juramento: si no sacáis el Mercurio de esos dos metales, trabajaréis como ciegos, en la oscuridad y en la duda. Por eso, ¡Oh, hijos míos!, os conjuro a que marchéis hacia la luz, con los ojos abiertos. y no caigáis como ciegos en el abismo de la perdición.

La Clavícula o Clave Universal

La Clavícula o Clave Universal

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