– Era el mes de Febrero y yo estaba de vacaciones con una amiga y su novio.
En una noche hermosa, salimos los tres pero yo tenía mucha bronca porque ella no me hacía caso, y se iba siempre con el novio.
Fuimos a uno de los muelles, y ahí, ellos se sentaron en una roca a “demostrarse” cuanto se querían.
Yo me fui bien al borde, en la puntita, apenas apoyada en las rocas, a bastante altura del mar. ¡Estaba con tanta rabia! Porque encima de que no me prestaban atención, las olas eran chiquitas, y no llegaban ni siquiera a mojarme los pies.
Entonces con una ira tremenda, empecé a decir en broma, “Fuerza de la naturaleza, enséñame lo que tienes, muéstrame que existes…” y cosas así.
Las decía en broma, y no muy fuerte, pues no quería que pensasen que estaba loca. También levantaba los brazos, como para acentuar mi pequeño llamado a la madre naturaleza… y en ese preciso momento, una ola enorme, me cubrió por lo menos, hasta las rodillas, haciéndome resbalar y caer en las rocas.
Mi amiga se asustó mucho, pues quedé tendida en el suelo sin hablar. Después el mar se calmó, y me quedé sentada, no tan al borde, por horas…y en toda la noche, ni una ola más se asomó, ni siquiera a las rocas más cercanas.