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Contaminación lumínica, ¿Un problema?

 

Desde hace años contaminación ya no es sinónimo de gases y residuos. Se empieza a hablar de nuevos tipos de contaminación como la acústica y la lumínica.

Esta última es la menos conocida pero no por ello menos importante, ya que, “silenciosamente” está causando serios trastornos en el medio ambiente.

La contaminación lumínica se define como la dispersión por la atmósfera de los excedentes de luz que se producen en las grandes ciudades, debido a una mala gestión de los sistemas de alumbrado.

Entre los principales perjudicados de este escaso control se encuentra la fauna –obligada a emigrar hacia las zonas no iluminadas en exceso- y los astrónomos, que ven dificultada su labor. Los ciudadanos de a pie también sufren las consecuencias, una sobreexcitación de los sentidos.

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Resplandor en la oscuridad

Es, por así decirlo, el brillo o resplandor, producido por la difusión de la luz artificial, que se ve en el cielo nocturno. Es decir, toda aquella luz que no es utilizada para iluminar el suelo. Y es que las farolas y toda la red de alumbrado público (letreros de neón, postes luminosos, etc.) están diseñados más en función de la estética que de la necesidad iluminadora.

El resultado es que la totalidad de la luz de estos artefactos no se dirige hacia el suelo para poder cumplir su función (iluminar áreas urbanas y no el cielo) sino que se dispersa alrededor del foco iluminador con la misma intensidad hacia el suelo que hacia el cielo. Además, no existe control sobre la iluminación de los edificios y elementos decorativos y el uso de lámparas de mercurio (LMV).

Gasto energético

Esto provoca que la luz que ilumina por encima del horizonte no cumpla su cometido y, por consiguiente, es lanzada hacia la atmósfera con el consecuente desperdicio energético.

Una farola transparente de forma esférica tiene un desperdicio del 50% de su capacidad de iluminación. Esto significa que si en una ciudad existen 1.000 farolas con un potencia de 100 W unidad, el resultado es un desperdicio de 500 kWh de energía eléctrica. Sólo en la ciudad de Nueva York se derrocha anualmente energía eléctrica por un valor cercano a los 20 millones de dólares.

¿Cómo afecta la contaminación lumínica?

Una de las consecuencias de la contaminación lumínica es que las observaciones astronómicas se ven dificultadas. Ello es debido a que la oscuridad de la noche disminuye y progresivamente desaparece la luz de las estrellas y demás astros.

Un observatorio astronómico situado en las inmediaciones de una ciudad ve mermada su capacidad de observación debido a que su inmediato firmamento está saturado por los excedentes de iluminación que producen las áreas urbanas. Por ello, los aficionados a la astronomía deben recorrer distancias cada vez más largas.

Aún así, el problema persiste, ya que la luz una vez alcanza el firmamento, es esparcida por las partículas y radiaciones contenidas en la atmósfera. De este modo, a mayor emisión, mayor área se ve afectada, y mayor distancia hay que recorrer para poder realizar observaciones astronómicas.

Este problema cobra importancia si se tiene en cuenta que sólo en España hay unos 10.000 aficionados a la observación astronómica; y cada uno de ellos debe invertir del orden de 1.500 pesetas en carburante cada fin de semana para poder desplazarse a zonas menos iluminadas. ¿Resultado? Aumento del derroche energético y generación de un gasto que podría emplearse en multitud de proyectos científicos o sociales.

¿Puede evitarse?

La solución a la contaminación lumínica pasa por la concienciación de los ciudadanos acerca de este problema. Además, es fruto de una mala gestión del alumbrado, que perjudica a todos y genera un derroche de energía de fondos públicos que podrían ser empleados en otros recursos.

Técnicamente la solución es más sencilla de lo que parece y consiste en fabricar sistemas de alumbrado que economicen las emisiones lumínicas y que optimicen al máximo su poder de iluminación. Pero son el Gobierno y las instituciones quienes en último lugar deben intervenir legislativamente para regular estas emisiones.

Se debe valorar la importancia real del problema, que sobre todo existe en las áreas urbanas de Europa y América, y que pone en serio peligro el progreso de la astrofísica. La luz ha ido invadiendo las ciudades hasta convertirse en un elemento natural del entorno, haciendo imposible a un ciudadano disfrutar de una verdadera noche.

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