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La bella madurez de los ojos de quien comparte viaje y destino conmigo [05-07-2020]

 

Una hoja en blanco se ha caído. Atusada suavemente por la brisa de la mañana ha planeado, en un sutil balanceo, como mecida por una nana y con grácil elegancia, como ajena a la ley de la gravedad, se ha posado en el suelo. Tal vez virgen de escritura alguna que mancillara su vacío, se sintió liviana, se consideró una pluma.

 

El humo del incienso se abre paso entre los orificios del incensario, como un etéreo polluelo que asoma su cabeza en forma de voluta de humo que se acaba elevando seguida de una estela. Sube recto y erguido hasta que se riza. Juguetea en suaves remolinos que entre sí se retuercen, que entre sí pasan, unos a través de otros, elevándose en blanquecinos bucles para acabar difuminándose en las alturas, desapareciendo como por obra de un hechizo.

 

El momento previo al amanecer que dibuja esta noche hacia el este un negro lienzo donde destaca la Luna, con su celestial halo penumbral de majestuosa belleza. Con Júpiter y Saturno persiguiendo sus pasos, en inalcanzable carrera. Una Luna que ilumina la noche, que platea las copas de los árboles, que dibuja su plenitud en los capós de los coches aparcados, que refleja su blanco brillo en las escasas ventanas cerradas en la veraniega noche.

 

La ternura que despierta en forma de ronroneante gata. La dulzura que frota sus mejillas contra mi pecho. El amor de esa bola de pelo que amasa en mi regazo, preparando un humano lecho para reposar víctima de las caricias con las que sabe que será correspondida. La majestuosidad del sueño felino, la cadencia de su respiración, el sedoso tacto de su piel cenicienta.

 

Los colores que se presentan poco a poco en la alborada. Los colores que todo lo visten como eficiente ayuda de cámara. Los colores que todo lo impregnan de la mano del invisible pintor impresionista que todo lo abarca. Los colores que van transformando todo en azul cielo, blanco luna, amarillo pasto, verde agua.

 

El río de letras que caudaloso y febril cabalga, precipitándose luego en agitada cascada, donde se fraguan palabras salpicadas de tildes, con espuma de acentos y exclamativas gotas. Que prosigue luego, más calmado, en una corriente fluida donde se unen las palabras, dando forma a las frases que compondrán los textos que se acabarán fundiendo en la desembocadura, fusionándose en el mar de la vida, pasando a formar parte de todo lo escrito.

 

La captura de un momento a través de la mirada. Esa fotografía “escondida” en el paisaje, “camuflada” en el paseo, expuesta en mimética obviedad, pero tan solo visible para el que quiere ver. Para el que ve con el alma, para el descubridor de momentos, para el captador de instantes que son y no son, haciendo honor a su nombre. Fugaces destellos que se muestran breves, que se presentan efímeros y a la vez constantes.

 

La bella madurez de los ojos de quien comparte viaje y destino conmigo. La cómplice mirada que entiende sin decir, que escucha sin hablar. Su fiel compromiso, su espalda para sujetarme, su hombro para llorar, su regazo para relajar la tensión de mi cuello. Su incondicional ayuda que no es preciso solicitar, su apoyo cuando las fuerzas faltan. Su bravo empuje cuando todo se complica, su cálido abrazo en la fresca mañana, su hermoso y plácido sueño abrazada a la almohada.

 

Todo esto es la belleza. Pues la belleza, al fin y al cabo, es la mirada. La belleza está en todo, en todas las cosas, en todos los momentos. Solamente hay que querer ver, aprender a mirar. La belleza no se esconde, pero como las hadas, solo se deja ver si se cree en ella, si sabemos mirar. Si lo deseamos podemos observar la belleza del mundo en cada banal objeto, en cada azaroso momento, en cada fugaz segundo. Estamos rodeados de belleza, tan solo debemos dejar que el velo pintado de nuestra ficticia realidad se caiga. Tan solo debemos desear verla, pues “ella” siempre está ahí, como esquiva hada. Solo hay que abrir una cebolla para apreciar sus nacaradas capas. Somos nosotros quienes debemos decidir, quienes debemos dilucidar si la queremos ver o no.

 

Buen día a tod@s!!!

Os quiero Bandid@s!!!

“La belleza es la iluminación de tu alma.” John O’Donohue

Para belleza uno de los clásicos que guardo apuntados en el pequeño cuaderno de bitácora, que da fe de mi travesía por el vasto océano del jazz. Os dejo con “My Little Brown Book”, con dos “copilotos” de altura…John Coltrane al saxo y Duke Ellington al piano…no dudareis de su belleza!!!

el-pinche-feliz

Aquí a diario Mis Gastrotapasdesde la “Oronja Home”
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