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El Canto de Oración. 2 El perdón

 

III. El perdón para salvar

1. El perdón para salvar tiene una forma, y sólo una. No pide prueba alguna de inocencia, ni paga de ninguna clase. No discute, ni evalúa los errores que desea pasar por alto. No ofrece regalos traicioneros, ni promete libertad mientras reclama muerte. ¿Te engañaría Dios? Él sólo pide la confianza y la buena voluntad de aprender cómo ser libre. Él le da Su Maestro a quien quiera que lo pide, y a quien busca comprender la Voluntad de Dios. Su disposición para dar está más allá de tu comprensión y de tu simple alcance. Sin embargo, es Su Voluntad que aprendas el camino hacia Él, y en Su Voluntad hay certeza.

 La Voluntad de Dios es la verdad, y tú eres uno con Él en Voluntad y propósito. Aquí se acaban todos los sueños.

2. Tú, Niño de Dios, los regalos de Dios son tuyos, no por tus planes sino por Su santa Voluntad. Su Voz te enseñará lo que es el perdón, y cómo darlo como Él quiere que lo des. No busques, entonces, comprender lo que aún está más allá de ti, sino deja que sea un camino que te ascienda donde los ojos de Cristo se convierten en la visión que escoges. Abandona todo lo demás, pues no hay nada más. Cuando alguien pide ayuda en alguna forma, Él es el Único que responde por ti. Lo único que necesitas es hacerte a un lado y no interferir. El perdón para-salvar es Su tarea, y es Él Quien responderá por ti.

3. No establezcas qué forma debe tomar el perdón de Cristo. Él conoce la manera de convertir cada llamada en una ayuda para ti, mientras te levantas de prisa para marchar por fin a casa de tu Padre. Ahora Él puede hacer seguros tus pasos, sinceras tus palabras; no con tu propia sinceridad, sino con la Suya Propia. Deja que Él se haga cargo de cómo perdonarías, y cada ocasión será entonces para ti un nuevo paso hacia el Cielo y hacia la paz.

4. ¿No estás cansado de la prisión? Dios no escogió este triste sendero para ti. Lo que has escogido puede ser deshecho aún, pues la oración es misericordiosa y Dios es justo. La Suya es una justicia que Él puede entender, pero tú no puedes todavía. Aun así te dará los medios para que aprendas de Él, y para que sepas al fin que la condenación no es real y que fabrica ilusiones en su malvado nombre. Y sin embargo, no importa la forma que los sueños parezcan adoptar. Las ilusiones no son verdaderas. La Voluntad de Dios es la verdad, y tú eres uno con Él en Voluntad y propósito. Aquí se acaban todos los sueños.

5. “¿Qué debo hacer por él, Tu santo Hijo?” debe ser lo único que preguntes siempre que se necesite ayuda y se busque el perdón. No necesitas juzgar la forma que adopte la búsqueda. Y que no seas tú quien establezca la forma en la que el perdón viene a salvar al Hijo de Dios. La luz de Cristo en él es su liberación, y es ésta la que responde a su llamada. Perdónalo como el Cristo decide que debes hacerlo, y que sea a través de Sus ojos que lo mires, y que hables por Él también. Él conoce la necesidad; la pregunta y la respuesta. Él dirá exactamente qué hacer, en palabras que puedes entender y usar. No confundas Su función con la tuya. Él es la Respuesta. Tú el que escucha.

6. Y ¿acerca de qué te habla Él? Acerca de la salvación y del regalo de paz. Acerca del fin del pecado y de la culpa y de la muerte. Acerca del papel que el perdón ocupa en Él. Sólo escucha. Pues Él será escuchado por quien quiera que invoque Su Nombre, y ponga su perdón en Sus manos. El perdón se Le ha dado para que lo enseñe, para que lo salve de la destrucción y para que haga que los medios para la separación, el pecado y la muerte se conviertan de nuevo en el santo regalo de Dios. La oración es Su Propia Mano derecha, liberada para salvar cuando se le permita al verdadero perdón provenir de Su eterno amor y cuidado. Escucha y aprende, y no juzgues. Es hacia Dios que te vuelves para oír lo que debes hacer. Su respuesta será clara como la mañana, y Su perdón no es lo que tú crees que es.

7. Pero Él sabe, y eso deberá ser suficiente. El perdón tiene un Maestro Que no fallará en nada. Descansa un poco en esto; no intentes juzgar el perdón, ni limitarlo a un marco mundano. Deja que se eleve hacia Cristo, Quien le da la bienvenida como un regalo para Él. Él no te dejará sin consuelo, ni dejará de mandar Sus ángeles a que desciendan para responderte en Su Propio Nombre. Él está junto a la puerta para la cual el perdón es la única llave. Dásela a Él para que la utilice en tu lugar, y verás la puerta abrirse silenciosamente sobre el radiante rostro de Cristo. Contempla allí a tu hermano más allá de la puerta; el Hijo de Dios tal como Él lo creó.

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