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Siempre he dicho: no todo el mundo necesita un psicólogo, pero a todo el mundo le vendría bien un psicólogo.

 

Aunque tu sensación subjetiva de bienestar sea por lo general bastante alta, ir al psicólogo te ofrece la oportunidad de conocerte mejor a ti mismo, y a partir de ahí: mejorar, aprender, crecer. A través por ejemplo del desarrollo de habilidades sociales, gestión de pensamientos y emociones, estrategias para el manejo del estrés, orientaciones para mejorar la calidad de las relaciones, motivación para el éxito…

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Hay ocasiones en las que sin embargo tu sensación subjetiva de bienestar está bastante lejos de su pico más alto. No eres feliz. Lo que pasa es que a mí personalmente no me gusta hablar en esos términos: “felicidad, ser feliz, no serlo…” Como si uno tuviera que ser feliz las 24 horas del día, los 365 días del año. Ésto, además de imposible, ¡es agotador!, porque, te lo aseguro: no habrá ser más infeliz que aquél que pretenda serlo siempre. La felicidad es una búsqueda. Y a veces, aparecen problemas que te apartan del camino en esa búsqueda.

Pero, todas las personas en este mundo tienen problemas. Hasta ese hombre o mujer que vas a recordar ahora mismo, irradiando felicidad a todas horas, con esa sonrisa de anuncio de pasta de dientes que parece le han cosido a la cara… hasta él/ella tiene problemas. El problema, valga la redundancia, es cuando tu problema, o conjunto de ellos, interfiere en tu vida de tal forma que no te permiten vivirla de la forma que tú necesitas para obtener una percepción subjetiva de bienestar general que te satisfaga. ¿Cómo se manifiesta?

  • Cuando no tienes fuerzas ni para levantarte de la cama.
  • Cuando has dejado de desear ver a los demás y hablar con ellos.
  • Cuando no te atreves a enfrentarte a un conflicto por el miedo que te provoca.
  • Cuando no puedes concentrarte en tus tareas habituales.
  • Cuando has dejado de ser tu yo más natural, la versión de ti que más te gusta.
  • Cuando las lágrimas inundan tu vida, y las risas se han apagado.
  • Cuando los gritos y los reproches le han cogido ventaja a las caricias y abrazos.
  • Cuando dejaste de quererte mucho y empezaste a odiarte un poquito.
  • Cuando no puedes olvidar y las cadenas del pasado no te permiten disfrutar el presente.
  • Cuando sientes que te falta algo y no sabes qué.
  • Cuando abandonaste la búsqueda de la felicidad y te apartaste del camino…

Ante todas estas situaciones, si te ves identificado/a, un psicólogo te puede ayudar a superarlas. Y necesitar ayuda no es malo. Todos deberíamos ser más abiertos a recibir ayuda por dos razones fundamentales: más tarde o más temprano la vamos a necesitar; y porque el verbo ayudar, sirve al que recibe la ayuda y al que la da. Ayudar a los demás y recibir gratitud son dos de las fuentes de bienestar más poderosas que existen.

Por eso me siento orgulloso y contento de ser psicólogo. Y más aún de aplicar la Psicología Positiva en mi forma de entender la terapia. Como psicólogo positivo me centro en detectar y aprovechar los recursos personales de mis pacientes, y los recursos ambientales a su alcance, que les van a permitir no sólo superar sus problemas, no sólo coger fuerzas para salir de esa cárcel que es la cama o soltar esas cadenas del pasado o volver a enamorarse de uno mismo, sino que una vez superado el problema y devuelta la persona a la búsqueda de la felicidad, que no dude, ¡no dudes!, que a lo largo de ese trayecto volverán a aparecer problemas que intentarán apartarte del camino.

Y para cuando éso ocurra, esta vez, estarás más que preparado para enfrentarte a ellos.

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