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¿Por qué discutimos tanto mis padres y yo?

Las discusiones entre padres e hijos, especialmente en la adolescencia, no sólo son comunes, sino indicadoras de que el hijo está evolucionando en su modo de interpretar la vida y a sí mismo.

En la adolescencia se siente una gran tensión entre la necesidad de alejamiento de los padres, por un lado, y su dependencia de ellos, por otro. Mientras tanto su físico como sus ideas y sentimientos están cambiando, se ha de seguir manteniendo los antiguos lazos con la familia. Se quiere ser uno mismo, diferenciarse, pero al mismo tiempo se nota la presión paterna del continuar siendo lo que se era antes, al menos en determinados aspectos.

También los padres se encuentran en una posición ambivalente entre dar la independencia a los hijos y el retenerlos para sí. Muchas veces los mensajes son equívocos en ambas direcciones por esta contradicción de sentimientos y necesidades que se dan tanto en padres como en hijos. Por eso suelen ser más las disputas entabladas con las madres, ya que han estado involucradas más íntimamente con los hijos y les es más doloroso abandonar la antigua relación, aceptar el que ya no son tan necesarias.

Otro factor es la gran emotividad que se desarrolla en el adolescente en esta etapa de cambios. Con todas las indecisiones que pesan sobre sus hombros, cualquier reproche, contrariedad, negación…, le abruma mucho más de lo que lo haría en otro tipo de circunstancias en las que estuviese más seguro de sí mismo y de la realidad que le rodea.

Causas de las discusiones

En general, los padres y los adolescentes no disputan por temas transcendentales, como la política, lo religioso, o los valores económicos (siempre y cuando no se trate “del valor personal” que tiene la paga).
Los temas motivos de discusión suelen ser temas relacionados con el rendimiento en la escuela, los amigos y las citas, el aspecto físico y las horas de llegada a casa.

Estas causas son el reflejo de que el adolescente está realizando un profundo cambio de actitudes y buscando independencia, mientras que a los padres les asusta este cambio repentino y pretenden su sometimiento a las reglas sociales y familiares.

También hay que tener muy en cuenta que en algunas sociedades los cambios sociales se han efectuado muy rápidamente de una generación a otra, por lo que a los adultos les es difícil aceptar ciertas costumbres en un momento dado que en un tiempo pasado, casi ni se les podía pasar por la cabeza.

Normalmente los conflictos son más abundantes y fuertes al comienzo de la adolescencia, sin que esto signifique que se rompa con los valores de los padres y de la sociedad (rebelión adolescente) y suelen suavizarse aproximadamente a los dieciocho años, entrando en la vida adulta.

Adolescentes: Mis padres y yo

Buena comunicación entre padres e hijos

Como en toda convivencia, las normas y los esfuerzos por llevarlas a cabo siempre hacen que ésta resulta más fácil. Los padres y los hijos pueden ayudar a mejorar su comunicación si adoptan las siguientes pautas de actuación.

Qué pueden hacer los padres.

  • Cuando sus hijos quieran hablar, pongan toda la atención en ellos. Dejen a un lado el periódico o la televisión.
  • Escuchen con calma y reflexión, tanto para oír como para comprender, el punto de vista de sus hijos.
  • Sean educados y amables, como si hablasen con un extraño. Si su tono aumenta o se vuelve furioso, el de su hijo, seguramente, les seguirá.
  • No juzguen a sus hijos. Sólo traten de entender sus sentimientos.
  • Estén dispuestos a hablar de todo tipo de temas. Que sus hijos siempre puedan recibir una respuesta de ustedes, aunque luego no la acepten.
  • Cuando algún comentario, idea o pregunta de sus hijos les parezca descabellada o ingenua, no se ría, les empequeñezca o humille.
  • Estimulen a sus hijos a participar en tareas que ellos mismos elijan, estas actividades pueden reportarles mucha confianza en ellos mismos.
  • Traten de alentar a sus hijos para que participen en las decisiones y trabajos familiares junto con ustedes.
  • Trate de elogiarles con frecuencia y adecuación, es decir, cuando lo merecen (nunca lo hagan por norma). Digan específicamente qué es lo que les ha gustado. Recuerden que muchas veces nos acostumbramos a dar por hecho lo bueno y sólo nos fijamos en lo malo para criticarlo.
  • Animen a sus hijos a que aporten ideas en las conversaciones, escúchenlas con educación (no las menosprecien) y respondan lo que piensan sobre estas ideas honestamente, pero con mucho tacto y respeto. La tolerancia es lo fundamental para la convivencia.
  • Es necesario para sus hijos el desafiarles en sus opiniones y costumbres. De este modo tratan de conseguir la separación y encontrar su propia identidad de adulto.

Qué pueden hacer los hijos.

  • Los padres no son el enemigo y, por tanto, no hay que mirarlos como tal. Su deseo es el bien para sus hijos, vosotros, pero la forma de demostrarlo no siempre va a estar de acuerdo con la vuestra.
  • Tratad de escuchar a vuestros padres con la mente abierta, poneos en su lugar, en la época que les tocó vivir. Mirad la situación desde su punto de vista.
  • Si compartís vuestros sentimientos con vuestros padres, les será más fácil comprenderos. Sus sentimientos también saldrán más a la superficie y el diálogo no será tan agresivo.
  • Mostrad respeto por vuestros padres de la misma forma en que lo haríais con un extraño. La educación, la tolerancia y la empatía son la base de una buena comunicación.
  • Hay que entender que los padres, como personas que son, tiene sus propias inseguridades, sentimientos y necesidades.
  • Asuman y cumplan con las responsabilidades que tienen en la escuela y en el hogar. Si los padres ven a sus hijos como responsables, tendrán más confianza para darles independencia.
  • Cuando haya que hacer una crítica a la familia, no se debe plantear sin más; de esta forma parece un reproche. Se tiene que presentar además una sugerencia para corregir aquello con lo que no estamos de acuerdo.


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