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El Acné

En una sociedad sometida a la tiranía de la estética, padecer de acné puede derivar en consecuencias traumáticas desde el punto de vista psicológico. Y es que, aunque no se trate de una afección patológica grave, el recelo al qué dirán o las miradas ajenas pueden acarrear problemas de autoestima y de falta de seguridad.

 

“Su máxima incidencia se sitúa en la adolescencia, aunque puede afectar a toda la población. Incluso en la edad madura uno no está seguro de que se vaya a librar del acné”, señala el doctor Eduardo López, dermatólogo y director del Instituto de Enfermedades y Cirugía de la piel del Hospital Clínico San Carlos, en Madrid.

El acné es una patología dermatológica caracterizada por una inflamación crónica de las glándulas sebáceas (de sebo), que se manifiesta fundamentalmente en la cara y en la espalda. Lo que propicia la aparición de los granos es una obstrucción e inflamación del folículo pilosebáceo, y existen diferentes tipos en función del grado de afección (pre-acné, acné leve, moderado, moderado-severo y el severo. Este último consiste en nódulos y quistes, unas lesiones severas y dolorosas.

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¿Por qué aparece el acné?

Las causas que originan esta enfermedad son varias. Se sabe que los genes pueden jugar un papel relevante en la aparición de los ‘dichosos’ granos, y que otra serie de factores (grado de humedad en el ambiente, el estrés o la aplicación de determinados cosméticos) pueden contribuir al agravamiento de la patología.

Sin embargo, su verdadero origen se encuentra en los cambios hormonales, responsables de que las glándulas sebáceas trabajen más de la cuenta -por ello el acné aparece sobre todo en la pubertad-. La presencia de hormonas sexuales induce al aumento del sebo y a los cambios en el conducto excretor de la glándula sebácea. Los folículos afectados presentan el medio idóneo para algunas bacterias, que proliferan y contribuyen a la inflamación.

A cualquier edad

Aunque la enfermedad afecte sobre todo a los jóvenes -la edad de aparición se sitúa entre los 13 y 17 años en las mujeres y entre los 15 y los 19 en los hombres-, en realidad el acné puede surgir a cualquier edad. Algunos medicamentos, distintas enfermedades o el contacto con ciertas sustancias (por ejemplo el cloro), pueden influir en su aparición tardía. Los adultos son tratados de la forma habitual, aunque a veces su afección resulte más difícil de curar.

El tratamiento debe ser precoz y adecuado al tipo de lesión. En aquellos pacientes en los que predominan las lesiones no inflamadas -comedones o puntos negros- el tratamiento será con retinoides (compuesto rico en vitamina A). Con ello se consigue una descamación controlada de la superficie de la piel que permite el vaciamiento de los comedones formados, e impide la aparición de otros.

Tratamientos combinados

En caso de inflamación se usan antibióticos, con el propósito de suprimir la bacteria Propionibacterium acnés, y reducir así el proceso inflamatorio. Los tratamientos combinados se utilizan en acnés leves y moderados. Y en aquellos casos en los que existan granos grandes y en los que no haya una respuesta al tratamiento, se hará necesaria una terapia a base de antibióticos orales (Roacután, un derivado lejano de la Vitamina A, que ha revolucionado en tratamiento del acné).

“Es el tratamiento más adecuado para el acné nódulo-quístico o los acnés inflamatorios en los que han fracasado otras terapias. Su utilización también debe valorarse en pacientes con lesiones que dejan cicatrices muy visibles, con trastornos psicosociales graves. No obstante, no hay que olvidar que este medicamento es muy fuerte, y que además de además de secar las glándulas sebáceas, también seca la piel del cuerpo y de las mucosas nasales y labiales”, señala el doctor López. Este último tratamiento está totalmente contraindicado en caso de embarazo, ya que causa malformaciones en el feto.

 

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