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Manual del Maestro

 

29. En cuanto a lo demás…

1. Este manual no pretende responder a todas las preguntas que tanto maestro como alumno puedan plantear. De hecho, solamente aborda algunas de las más obvias, a modo de breve resumen de algunos de los conceptos principales expuestos en el texto y en el libro de ejercicios. No es, sin embargo, un substituto de ninguno de ellos, sino meramente un suplemento. Aunque su título es manual para el maestro, no hay que olvidar que el tiempo es lo único que separa al maestro del alumno, de manera que la diferencia entre ellos es, por definición, temporal. Es posible que a algunos alumnos les sea más útil leer primero el manual. A otros les puede resultar mejor empezar con el libro de ejercicios. Y todavía habrá otros que quizá necesiten empezar en el nivel más abstracto que ofrece el texto.

A través de ti se anuncia un mundo que, aunque no se ve ni se oye, está realmente ahí.

2. ¿Qué es mejor para unos y qué es mejor para otros? ¿Quién sacaría mayor provecho de rezar solamente? ¿Quién necesita tan sólo una sonrisa, al no estar aún listo para nada más? Nadie debe tratar de responder a estas preguntas por su cuenta. Es indudable que ningún maestro de Dios ha llegado hasta este punto sin haberse dado cuenta de esto. El programa de estudios es sumamente individualizado, y todos sus aspectos están bajo el cuidado y la dirección especial del Espíritu Santo. Pregunta y Él te contestará. Ésa es Su responsabilidad, y sólo Él está capacitado para asumirla. Responder es Su función. Dirigirle a Él tus preguntas es la tuya. ¿Querrías ser responsable de decisiones sobre cuyos antecedentes entiendes tan poco? Alégrate de tener un Maestro que no puede equivocarse. Sus respuestas son siempre acertadas. ¿Podrías tú decir lo mismo de las tuyas?

3. Hay otra ventaja -y muy importante por cierto- en poner en manos del Espíritu Santo todas las decisiones cada vez más. Aunque su importancia es obvia, tal vez no hayas pensado en este aspecto: seguir las directrices del Espíritu Santo es permitirte a ti mismo quedar absuelto de toda culpa. Es la esencia de la Expiación. El núcleo central del programa de estudios. La imaginaria usurpación de funciones que no te corresponden es la causa del miedo. El mundo que ves refleja la ilusión de que has usurpado una función que no te corresponde, haciendo que el miedo sea algo inevitable. Devolver dicha función a Quien le corresponde es, por lo tanto, la manera de escapar del miedo. Y esto es lo que hace posible que el recuerdo del amor retorne a ti. No pienses, entonces, que necesitas seguir la dirección del Espíritu Santo sólo por razón de tus propias insuficiencias. Necesitas seguirlas porque es la manera de escaparte del infierno.

4. He aquí de nuevo la paradoja a la que frecuentemente se hace referencia en el curso. Decir: “No puedo hacer nada por mí cuenta”, es ganar todo poder. Esto, sin embargo, no es más que una aparente paradoja. Tal como Dios te creó, dispones de todo poder. La imagen que has forjado de ti mismo no tiene ninguno. El Espíritu Santo conoce la verdad acerca de ti. La imagen que tú has forjado, no. Sin embargo, a pesar de su obvia y absoluta ignorancia, dicha imagen asume que lo sabe todo porque tú le has infundido esa creencia. Eso es lo que enseñas y lo que enseña el mundo que se fabricó para perpetuar su existencia. Mas el Maestro que conoce la verdad no se ha olvidado de la verdad. Sus decisiones benefician a todos por igual al estar totalmente desprovistas de ataque. Y son, por lo tanto, incapaces de generar culpabilidad.

5. Aquel que asume un poder que no posee se está engañando a sí mismo. Sin embargo, aceptar el poder que Dios le ha dado, no es sino reconocer a su Creador y aceptar Sus dones. Y Sus dones no tienen límite. Pedirle al Espíritu Santo que decida por ti es simplemente aceptar tu verdadera herencia. ¿Quiere esto decir que no puedes decir nada sin consultárselo a Él? ¡Por supuesto que no! Eso no sería en modo alguno práctico, y el enfoque de este curso es primordialmente práctico. Si has formado el hábito de pedir ayuda en toda circunstancia o situación, puedes estar seguro de que te dará sabiduría cuando la necesites. Prepárate para ello cada mañana; recuerda a Dios cuantas veces puedas a lo largo del día; pídele ayuda al Espíritu Santo siempre que te sea posible, y por la noche, dale las gracias por Sus consejos. Tu confianza estará ciertamente bien fundada.

6. Nunca olvides que el Espíritu Santo no depende de tus palabras. Él comprende las peticiones de tu corazón, y las colma. ¿Quiere esto decir que mientras te siga atrayendo el ataque Él te responderá con maldad? Por supuesto que no. Dios le ha dado el poder de traducir las oraciones de tu corazón a Su lenguaje. El Espíritu Santo comprende que un ataque es una petición de ayuda, y, consecuentemente, responde ofreciendo ayuda. Dios sería cruel si permitiese que tus palabras reemplazasen a las Suyas. Un padre amoroso no deja que su hijo se lastime ni que se destruya a sí mismo. El hijo podrá pedir lo que le haría daño, pero aun así su padre lo protege. ¿Y no ama tu Padre a Su Hijo muchísimo más que eso?

7. Recuerda que tú eres Su compleción y Su Amor. Recuerda que tu debilidad es Su fortaleza. Pero no interpretes esto a la ligera o erróneamente. Si Su fortaleza está en ti, lo que percibes como tu debilidad no es más que una ilusión. Y Él te ha proporcionado los medios para probarlo. Pídele todo a Su Maestro y todo se te dará. No en el futuro, sino inmediatamente: ahora mismo. Dios no espera, pues esperar comporta tiempo y Él es intemporal. Olvida tus absurdas imágenes, tu sensación de debilidad y el temor a ser herido, tus sueños de peligro y todas tus “malas acciones”. Dios conoce sólo a Su Hijo, quien sigue siendo exactamente tal como fue creado. Yo te pongo en Sus Manos con plena confianza, y doy gracias por ti de que así sea.

8. Y ahora, bendito seas en todo lo que hagas. Dios te pide ayuda para salvar el mundo. Maestro de Dios, Él te ofrece Su gratitud y el mundo entero queda en silencio ante la gracia del Padre que traes contigo. Tú eres el Hijo que Él ama, y te es dado ser el medio a través del cual Su Voz se oye por todo el mundo, para poner fin a todo lo temporal, para acabar con la visión de todo lo visible y para des-hacer todas las cosas cambiantes. A través de ti se anuncia un mundo que, aunque no se ve ni se oye, está realmente ahí. Santo eres, y en tu luz el mundo refleja tu santidad, pues no estás solo y sin amigos. Doy gracias por ti y me uno a tus esfuerzos en Nombre de Dios, sabiendo que también lo son en mi nombre y en el nombre de todos aquellos que junto conmigo se dirigen hacia Dios. AMÉN.

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