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– Mis diez hermanos y yo, recibimos de mi abuela (española) un regalo que a lo largo de mi vida me ha sido de gran ayuda: un rosario de cuentas de plata, fácil de llevar en cualquier bolsillo. Y junto con el rosario, ella también supo inculcarnos una especial devoción a la Virgen del Pilar.

Cuando éramos más chicos, nos reíamos de su insistencia en esos rezos, y viviendo en Chile, la Virgen de la que ella nos relataba tantos milagros, nos quedaba muy lejana.

Sin embargo, ella insistía. Nos contaba que cuando era niña toda su familia se recogía al atardecer y rezaban juntos. A nosotros era difícil juntarnos pero nos atraía con una buena merienda y golosinas que no nos dejaba tocar hasta que no hubiéramos rezado con ella algunos misterios.

Era una estrategia inocente pero pasados algunos años, velando a mi hija adolescente, tras el accidente de automóvil que le puso en coma, esa devoción de mi abuela me ayudó a mantener el ánimo y la entereza.

En el silencio de aquella habitación de hospital, rezaba en silencio mientras que pasaba una tras otra las cuentas de mi rosario.

Y no sé si fue mi abuela desde el cielo o aquella Virgen que se había acostumbrado a oír mis plegarias desde niño pero mi hija se curó, y los médicos dijeron que parecía un milagro.

El rosario. Un regalo que en mi vida me ha sido de gran ayuda

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