Es responsabilidad de los padres detectar a tiempo un complejo y buscar soluciones, ya que el adolescente no es lo suficientemente maduro como para hacerlo solo. Además, en la mayoría de las ocasiones, habrán sido los progenitores los causantes de esta situación con su actitud hacia ellos en la infancia.
Lo primero es localizar cuál es el aspecto al que el adolescente ha concedido una importancia desproporcionada. Es imprescindible mantener una actitud cordial entre padres e hijos, con frecuentes diálogos y abundante comprensión. Conviene recordar cuando los propios padres pasaron esta época. Y es que la adolescencia no es más que una fase dentro del desarrollo humano, tanto físico como personal.
Pero esta confianza y comprensión hay que saber aplicarla, y existen ocasiones en que demostrar la autoridad con cierta dureza es más que necesario. A veces es mejor cortar por lo sano ciertas actitudes tontas de los hijos. Tampoco es conveniente engañarlo, ocultándole los defectos o limitaciones que pueda poseer de verdad. La mejor opción es ayudarle a descubrirlos y a aceptarlos.
Una disposición positiva por parte del adolescente es vital para superar el problema. Para conseguirlo, se pueden provocar situaciones en las que el éxito del adolescente está garantizado de antemano, ya que es algo que domina. Por ejemplo, si es buen cocinero, pedirle que haga la comida y ensalzar, pero sin pasarse, el resultado.
Hay que animarle para que inicie o continúe con sus hobbies y no los abandone. Y sobre todo, mucha conversación. De esta forma, los padres ayudarán a sus hijos a superar los complejos y pasar con éxito a la siguiente etapa de su vida.
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