Hay muchas cosas que deben evitarse cuando se participa en una conversación general. El tono doctoral es una de ellas; tratar de convertir tu intervención en una conferencia que nadie te ha solicitado, otra. No trates de abrumar a los demás con tus conocimientos sobre un tema; si verdaderamente los tienes, serán reconocidos sin necesidad de introducirlos con calzador. La gente no es tonta, y se da perfecta cuenta de quién tiene algo que decir y quién no, y si algo le interesa, es muy capaz de preguntar.
Es una norma de elemental cortesía. Si estás conversando con una amiga/o, haz un esfuerzo por guardar silencio unos instantes y escuchar atentamente lo que ella tenga que decir. Y controla tu mirada: no dejes que tus ojos traicionen tu impaciencia o tu desinterés vagando por los mil objetos que te rodean. Convéncete de que no es cierto que lo único interesante es lo que tú aportas a la conversación.
Salvo contadas excepciones, una conversación debe ser un intercambio de ideas, opiniones, sentimientos, etc. Evitemos, pues, que al final de ella nuestra interlocutor/a tenga la impresión de haber recibido un bombardeo de información sobre nosotras sin haber podido intervenir.
En cualquier circunstancia, hay tres temas a eliminar de cualquier conversación, a saber: política, religión y sexo. Piensa antes de iniciar cualquiera de ellos que tu compañero de mesa no tiene por qué compartir forzosamente tus puntos de vista, y es más, probablemente será de distinto parecer. Corres, pues, el peligro de desencadenar un minidrama; a no ser, claro está, que estés decidida/o a “calentar” el ambiente. Sé natural.
Si careces de imaginación o ésta se te bloquea llegado el momento, deja que sean tus vecinos de mesa los que inicien los temas. En un momento u otro te llegará la ocasión de intervenir. Si te apetecen las discusiones, la última película que dieron por televisión o la que está en cartel en el cine, o un libro de éxito, pueden constituir un excelente tema de discusión sin necesidad de meterte en honduras.