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En su incesante movimiento por el espacio celeste, los cuerpos de nuestro Sistema Solar forman una serie de ciclos planetarios de muy distinta duración y significado, siendo, en su conjunto, coincidentes con las experiencias y los cambios que se van produciendo en los niveles individuales y colectivos. Los ciclos más largos son los que condicionan las estructuras más amplias, o lo que podríamos llamar los grandes contextos, teniendo una trascendencia mayor y operando cambios más profundos, señalando también las diferencias generacionales y los grandes giros históricos. De algún modo, los ciclos largos predominan y tienen mayor importancia, puesto que señalan el contexto en el que discurren nuestras vidas.

A Santiago por el Camino de las Estrellas

Desde esta perspectiva, anotamos dos tipos de ciclos:

I) Ciclo corto o personal, microcósmico, relacionado con lo rápido, lo efímero, la proximidad e incluso la concreción y la materia.

II) Ciclo largo o transpersonal, macrocósmico, relacionado con lo lento, lo trascendente, la lejanía e incluso la abstracción y el espíritu.

Los ciclos cortos los forman los llamados planetas personales (Sol, Luna, Mercurio, Venus y Marte) y su duración va de un mes a un par de años, incidiendo especialmente sobre el individuo. Un ejemplo de estos ciclos lo tenemos en las conjunciones Sol-Luna que se forman cada mes, poniendo en juego las relaciones de nuestro consciente con el subconsciente. Pero conviene trascender la experiencia personal para alcanzar una dimensión mayor que uno mismo y poder armonizar mejor la individualidad con el Todo.

Ciclo largo o transpersonal, macrocósmico a Santiago Los ciclos largos los van formando los planetas sociales (Júpiter y Saturno) y los generacionales o transaturnianos (Urano, Neptuno y Plutón), actuando especialmente en el desarrollo histórico-social. Estos planetas son muy significativos para las macroestructuras que nos envuelven y que, al mismo tiempo, va confeccionando el ser humano junto a las circunstancias (leyes, religiones, culturas, políticas, económicas…). Casi siempre anuncian grandes acontecimientos repetitivos. De algún modo, los humanos necesitamos de esas macroestructuras como marco referencial, en parte, quizá sea porque nos ofrecen la posibilidad de llegar a ser algo más que uno mismo. En este sentido, las religiones tienen un fuerte punto de sostén.

Todo tiene sus proporciones, por lo que tenemos dificultades para ver, reconocer o interpretar fenómenos extremadamente grandes o extremadamente pequeños, igual que nuestra vista sí es capaz de ver una determinada franja lumínica, siendo invisibles para nuestros ojos las longitudes de onda superiores e inferiores de dicha franja. Sin embargo, a menudo, el conocimiento o experiencia de un fenómeno o ciclo menor nos permite, a través de una relación de analogía, la comprensión de otro fenómeno o ciclo mayor, igual que un telescopio nos ofrece la posibilidad de ver objetos celestes inalcanzables a simple vista.

Con este motivo surgieron numerosos ritos, danzas, procesiones y peregrinaciones, en los que se imita -por analogía-, consciente o inconscientemente, a los movimientos planetarios. A través de ellos se intenta ejercer una especie de magia para sintonizar mejor con los dioses, o se pretende la comprensión de un fenómeno demasiado lejano y lento para la vida humana a través de un acto que podemos concretar aquí en la Tierra.


La peregrinación de Santiago trasciende la experiencia personal

Visto así, la peregrinación se convierte en una intención de trascender la experiencia personal. Y, a su vez, sería más válida que los ritos, danzas y procesiones, a los que antes hemos aludido, porque su duración es mayor, arrastrando calificativos del ciclo transpersonal, puesto que suele ser larga e implica lejanía. Por ello mismo, conviene que la peregrinación se haga a pie, ya que se necesita más tiempo y, en consecuencia, nos acerca más a la espiritualidad implícita en los ciclos lentos señalados más arriba.

Encontramos, pues, motivos astrológicos para hacer peregrinaciones porque, de algún modo, imitamos a pequeña escala los movimientos cósmicos, acercándonos más a sus connotaciones espirituales y a la posibilidad de trascender el plano individual.

De todos los ciclos conocidos el mayor es el de la Vía Láctea De todos los ciclos conocidos el mayor es el de la Vía Láctea, donde nuestro Sistema Solar en su conjunto emplea unos 200 millones de años en dar una vuelta completa. En numerosas mitologías la Vía Láctea conocida por algunos con el nombre de Camino de Santiago- se identifica con el Gran Río por el que discurren todas las almas en sus transmigraciones. De modo que todos los puntos blancos (estrellas) visibles en ella serían la imagen de las almas en peregrinación. También los druidas lo consideraban como el ciclo más largo y lo relacionaban con la inmortalidad del alma. Y no deja de ser curioso que la Vía Láctea vaya de la Constelación de Géminis a la de Sagitario, signo relacionado con el apóstol Santiago.

Hemos anotado la importancia de los ciclos formados por los planetas más alejados de nosotros para interpretar la realidad que nos rodea. Un ejemplo de estos ciclos largos -de interés para analizar el contexto de los siglos IX al XII, tan significativos para el Camino de Santiago- lo encontraremos en las sucesivas conjunciones y oposiciones de Urano-Neptuno, ciclo que dura unos 175 años. De tal modo que las conjunciones han punteado algunos de los momentos más significativos de la relación Imperio-Iglesia.

Esta es la relación: Conjunción alrededor del año 800, cuando Carlomagno fue coronado emperador en Roma, abriendo así los Sacros Imperios. Conjunción alrededor del año 962, siendo coronado, en Roma, Otón I, lo que dio origen al Sacro Imperio Romano-Germánico. También en la conjunció n del siglo XII, hacia 1133, Lotario fue coronado emperador por Inocencio II.

En arquitectura, la segunda y tercera conjunción señalan los inicios del Arte Románico y Gótico respectivamente.

Camino de Santiago y la ruta de las Estrellas

Y para el mismo Camino de Santiago, aunque considerando un orbe de tiempo más amplio, alrededor de estas mismas conjunciones se producen acontecimientos relevantes. así, se habla de las visiones que tuvo el monje Pelayo a principios del siglo IX como punto de partida para el hallazgo de la tumba del apóstol. Hacia mitad del siglo X el obispo Godescalco llega a Santiago con un grupo de peregrinos, lo que parece tener relación con el aumento de los contactos espirituales de la peregrinación a partir de entonces. En 1131 Aymerich Picaud dona el famoso “”Códice Calixtino””, que serviría como primera guía del peregrinaje.

En cambio, las oposiciones puntean algunas de las etapas más notorias de la ruptura entre Roma y Bizancio. La relación es la siguiente: Oposición en el año 879, cuando el patriarca Focio organiza un concilio para romper con Roma. Oposición en el año 1054, cuando el patriarca Miguel Cerulario rompió definitivamente con Roma.



Camino de Santiago, están totalmente relacionados con los signos Mutables Una de las clasificaciones que reciben los signos del zodíaco es la de Cardinales (Aries, cáncer, Libra y Capricornio), Fijos (Tauro, Leo, Escorpio y Acuario) y Mutables (Géminis, Virgo, Sagitario y Piscis). Los signos Cardinales son los de las iniciativas, las actividades nuevas y los cambios. Cuando el Sol entra en uno de estos signos se producen los cambios de estación: Primavera cuando entra en Aries, Verano al entrar en Cáncer, otoño cuando entra en Libra e Invierno en Capricornio. En todos estos momentos se operan fuertes cambios en la naturaleza.

Los signos Fijos son los de la consolidación y la fijación, de modo que cuando el Sol transita por ellos la estación anual del momento alcanza su máxima expresión. Y, finalmente, los signos Mutables son los que representan la dualidad, el movimiento y la transición hacia el cambio. Cuando el Sol pasa por ellos declina la estación al mismo tiempo que asoman los síntomas de la estación siguiente.

Cada uno de estos grupos los podemos organizar en ejes formados por los signos que son opuestos y complementarios a la vez, igual que el día y la noche no pueden existir el uno sin el otro. En este nuevo orden, los signos Mutables -directamente relacionados con las peregrinaciones y más concretamente con el Camino de Santiago- nos ofrecen dos ejes: Géminis-Sagitario y Virgo-Piscis. Estos ejes También representan la comunicación, el intercambio, tanto comercial como espiritual, y el aprendizaje, procesos todos ellos necesarios para la evolución. Y, en principales causas de la importancia del Camino de Santiago, están totalmente relacionados con los signos Mutables.

El eje Virgo-Piscis, plenamente identificado con el cristianismo, lo forman un signo de Tierra y uno de Agua. Representa la vida ordenada y contemplativa, la laboriosidad y la piedad, estando relacionados con el simbolismo y los monasterios que jalonan la peregrinación. Si Virgo rige las pequeñas cosas, los detalles y la cotidianeidad del camino, Piscis rige los grandes misterios de la vida y la dimensión trascendental de su conjunto. Este eje nos advierte de la necesidad de la antigua regla: “”ora et labora””, es necesaria la fe, la oración o la meditación junto al trabajo, para continuar en la brecha, para poder andar el camino que cada cual tiene que hacer en su vida. La peregrinación puede servirnos de muestra, a pequeña escala, de lo que supone el camino de nuestras vidas.

El Camino de Santiago a través de las Estrellas

En cambio, Géminis-Sagitario, un signo de Aire con uno de Fuego, es el eje de los contactos, de la conexión con lo extranjero y lejano, las publicaciones, el proselitismo y las conversiones. En ellos es necesario el viaje y la aventura. Y mientras Géminis es el signo de los hermanos -recordemos que Santiago tenía un hermano apóstol, aparte de la muy especulada relación de parentesco entre él y Jesús-, Sagitario es un signo de liderazgo espiritual y multitudinario. El nombre que Jesucristo le dada a Santiago era Bonaerges (hijo del trueno), lo que parece una clara alusión a Júpiter, dios del trueno y regente del signo de Sagitario. La correspondencia correcta se debe establecer entre Géminis y las entradas del Camino, siendo dos las más conocidas, mientras que Sagitario se asocia con Compostela y Finisterre, porque es un signo que apunta al final, a lo más lejano del mundo que se conocía. Géminis es más superficial o de contacto, mientras Sagitario es la experiencia exhaustiva y más trascendente.

Incluso la Vía Láctea no sílo discurre de las constelaciones de Géminis a Sagitario, sino que constituye la zona ecuatorial de nuestra galaxia, dato curioso También si tenemos en cuenta que el Camino de Santiago discurre paralelo al Ecuador terrestre. Y, si éste es un camino muy transitado, aquella es una zona estelar muy concurrida. De nuevo encontramos en este paralelismo la relación de analogía entre un ciclo lento o macrocósmico (Vía Láctea) con un ciclo rápido o microcósmico (Camino de Santiago). Otro dato curioso es que la Vía Láctea forma, junto a otras galaxias, lo que se denomina Grupo Local, quien, a su vez, conjuntamente con otros grupos de galaxias, forman el Cúmulo de Virgo.

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