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Aprendizaje
es el conjunto de procesos mediante los cuales hacemos propios una
serie de conceptos y conocimientos. El aprendizaje no abarca sólo los
procesos intelectuales que implica, por ejemplo, el estudio de una
materia, sino que también aprendemos de nuestras propias experiencias,
a veces incluso, sin darnos cuenta, de forma inconsciente. La conducta
consistiría en una serie de patrones individuales que hacen que una
persona se comporte generalmente de un modo determinado. Las relaciones
entre conducta y aprendizaje son muy estrechas, y su análisis ha sido
realizado fundamentalmente a partir de los trabajos desarrollados por
la escuela psicológica “conductista”.
Se puede decir que, en cierto modo, la conducta es fruto de un largo
aprendizaje y que el aprendizaje influye notablemente en nuestra
conducta.
Cuando nos comportamos de una forma determinada y obtenemos una
gratificación de cualquier tipo, tendemos a repetir ese comportamiento.
Éstos planteamientos han influido notablemente en el campo de la
pedagogía, ya que se han aplicado a la educación infantil con éxito.
Muchas conductas quedan establecidas por los refuerzos positivos que
se obtienen a corto plazo mediante ciertos comportamientos a pesar de
que éstos sean perjudiciales a medio o largo plazo. Este es el caso de
muchas toxicomanías, que producen una sensación muy placentera a corto
plazo o de forma inmediata, así se establece el hábito, a pesar de que
a largo plazo se producirán efectos desagradables. Cuando el refuerzo
se aplica lo más cercano posible a la conducta, mayor poder de creación
del hábito, porque se asocia más fácilmente a la conducta.
En definitiva, podemos decir que estamos aprendiendo contínuamente,
a través de refuerzos negativos y positivos durante toda nuestra vida;
cuando éstos se repiten frecuentemente, pueden hacer variar nuestra
conducta.

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