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La visión de un niño

 

¿Esconde sus sentimientos y emociones porque piensa que mostrarlos lo haría verse débil?

Si esto lo describe, no hay que esperar a la temporada navideña, siempre es un buen momento para reflexionar y romper con las ataduras y descubrir el impacto que esto tiene en los seres que más amamos.

Imagine que su hijo es un árbol. Bajo tierra, tiene cinco raíces que lo nutren y que son las responsables de darle forma y fuerza para que logre su completo desarrollo. Esas raíces son la herencia biológica (características físicas), el tipo de alimentación que tenga, el afecto que reciba, la educación que adquiera y el ambiente en que viva. De lo que absorba a través de estas cinco raíces, dependerá la formación de su personalidad, su influencia será fundamental en la manera en que el niño se perciba a sí mismo y al mundo que lo rodea.

Educar es más que un verbo. Ilusionar, acompañar, inspirar, fomentar, motivar, emocionar, guiar, orientar, trasmitir, compartir, ayudar, atender

Es un hecho que la vida de un niño gira alrededor de sus papás. Los estudios demuestran que los actos, palabras y reacciones que él recibe como ejemplo en su casa dejan una huella indeleble sobre su visión de la vida. Y es así que, a través de lo que el niño ve, oye y siente en su entorno, va recogiendo la información que se transmite a su mente.

Ahí, los datos se evalúan de inmediato y, como si fueran piezas de un rompecabezas, el niño los va acomodando en su mundo interior. Si él recibe mucho amor, el niño pronto descubre que el mundo es un lugar amplio, cálido y hermoso.

Entonces, el niño tiende a verse a sí mismo de una manera muy similar a como lo ven sus papás y el resto de su familia. Aprende a temerle a las mismas cosas que ellos temen, a amar lo que ellos aman y a valorar lo que ellos valoran.

Sin embargo, a diario, los papás mandamos mensajes implícitos o explícitos con los cuales el niño puede percibir que su valía depende de lo que hace o deja de hacer, de su apariencia o de su aprovechamiento en el colegio. Y estas primeras percepciones son extraordinariamente importantes para su vida futura. Si se porta bien y está quieto, si obtiene buenas calificaciones, si se muestra amable, o educado, si no se pelea con sus hermanos, entonces lo apapachamos, lo felicitamos y lo besamos.

Pero muchos papás tendemos a volvernos distantes y fríos con él si deja su ropa o juguetes tirados, si saca malas calificaciones, si lo cachamos en una mentira o en cualquier travesura y, en algunas ocasiones le dejamos de hablar y lo aislamos, aún cuando sabemos que esto le duele. Esto le crea una gran confusión.

Si el niño percibe que nuestro amor es condicional, que se lo negamos en cuanto deja de cumplir con las reglas que le imponemos, se percibirá a sí mismo como carente de valor y esto será una mala influencia en su vida. La reacción emocional al amor condicionado, provoca una mezcla de rabia, de inseguridad y de una profunda necesidad de aprobación.

Por supuesto que estos mensajes no se impregnan en una sola vez, es necesario que los repitamos de manera constante para que penetren en su inconsciente y se conviertan, así, en su marco de referencia, en su visión de la vida.

Con esto no quiero decir que dejemos de regañarlo cuando hace algo mal. Nuestro reto como papás es lograr que, en estos casos, el niño sienta que el rechazo no es hacia él sino hacia sus actos, lo cual hace toda la diferencia.

El psiquiatra Rudolf Dreikus, en su libro Contemporary Psycotherapies, dice: “Desgraciadamente, los niños son unos excelentes observadores, pero unos pésimos intérpretes. Observan fijamente lo que ocurre, pero no siempre sacan las debidas conclusiones. La mayoría de los niños que se sienten rechazados, no lo son en realidad; pero ellos suponen que lo son, porque sus impresiones e interpretaciones de lo que observan son imperfectas”.

El hecho es que todos necesitamos una “visión” para adaptarnos a la realidad. Y la mejor forma de ayudarlos a lograrla es hacerlos sentir que nuestro amor es incondicional, que no tienen que ganarse, merecer o ser dignos de él. Es por eso que al decirle a su hijo “te quiero”, al abrazarlo y demostrarle, por todos los medios a su alcance, el gran amor que le tiene, sin importar lo que haga o deje de hacer, le estará dando el mejor regalo.

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