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Sobre la vitamina k, la gran desconocida

Mucho menos diva que sus primas A, B y C, la vitamina K trabaja calladamente en el organismo regulando aspectos como la coagulación de la sangre. Su carencia puede acarrear problemas serios, mientras que su presencia puede ayudar a la prevención y tratamiento de varios tipos de tumores.

Si alguna vitamina es desconocida entre el gran público esa es, sin duda, la vitamina K, conocida también como menadiona. No en vano se trata de una de las que más tarde se descubrieron.

Fue concretamente en 1929 cuando el danés Heinrik Dam descubrió una inesperada enfermedad hemorrágica en pollos alimentados sin grasas. No tardó en descubrir que esas grasas contenían una sustancia, a la que llamó Koagulation, que regulaba la coagulación de la sangre. Era la primera aparición pública de lo que hoy se conoce como vitamina K.

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Tres eran tres

Existen tres tipos principales de vitamina K: la K1 es la más eficiente de las tres, y se encuentra en abundancia en hortalizas y verduras. La K2, por el contrario, es de origen animal, la sintetiza el propio organismo humano a partir de las bacterias del intestino. La K3, por último, es una variedad sintética de la vitamina K, desarrollada en laboratorio, y cuyo uso solo es recomendable bajo prescripción médica.

La vitamina K pertenece al grupo de las vitaminas liposolubles, lo cual quiere decir que se almacena en los tejidos, el hígado y la grasa. Concretamente, la vitamina K necesita la presencia de bilis en el duodeno para poder integrarse en el organismo. Por tanto, para su correcta absorción es necesaria la ingesta de alimentos grasos. Contrariamente a sus primas famosas, la vitamina K es muy resistente al calor, por lo que resiste muy bien la cocción, pero se oxida rápidamente al contacto con la luz.

Sus funciones: ¿qué hace?

La función más importante de la vitamina K es la que desempeña en el proceso de coagulación de la sangre, básico para el desarrollo de la vida. La vitamina K se convierte en este ámbito en estrella indiscutible, ya que es imprescindible para la formación de los coágulos que evitan las hemorragias.

Pero eso no es todo. La vitamina K está estrechamente relacionada también con el proceso de formación y desarrollo de los huesos, y su presencia es imprescindible para la fijación del calcio y para la remineralización. Por último, estudios recientes han venido a comprobar que la vitamina K resulta muy beneficiosa en el tratamiento diversos tumores (seno, ovarios, estómago, riñones, pulmones y colon).

¿Qué pasa cuando falta?

Lo cierto es que el organismo necesita cantidades muy pequeñas de vitamina K, por lo que resulta difícil detectar su carencia. La carencia de vitamina K puede ser señal de desórdenes orgánicos que impidan su síntesis correcta, como la falta de bilis u otros trastornos gastrointestinales. También el exceso de aceites minerales, anticoagulantes y aspirinas puede provocar su carencia.

La consecuencia directa de una carencia prolongada de vitamina K es la muerte de la fauna bacteriana del intestino. Esto, a su vez, conlleva hemorragias intestinales, aparición de sangre en la orina, hematomas sin explicación aparente, rotura de vasos capilares, abortos espontáneos, hemorragias de nariz o encías y diarrea.

¿Quién la necesita?

La carencia de vitamina K no es un mal frecuente, pero sí que se dan algunas situaciones de riesgo en las que es recomendable consultar a un médico sobre la necesidad de un aporte extra. En cualquier caso, conviene recordar que la vitamina K3, sintética, sólo debe ser administrada por orden facultativa.

Entre los casos que pueden tener peligro de carencia de vitamina K se encuentran por ejemplo, las personas con tendencia a padecer hemorragias, las que están tratamiento con antibióticos o con dosis altas de aspirina, quienes padecen afecciones hepáticas o biliares y durante la medicación con antiepilépticos, que afectan al funcionamiento normal del hígado.

Por otro lado, su aporte puede ser necesario en situaciones con previsible pérdida de sangre, como antes de una operación quirúrgica relacionada con el aparato digestivo, o de un parto. También es muy beneficiosa para los recién nacidos, porque previene los trastornos hemorrágicos que muchos sufren unos días después del parto.

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