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En el post anterior presenté una síntesis de la conferencia de la socióloga norteamericana Brené Brown sobre la vulnerabilidad. En este post haré lo mismo sobre otra de sus conferencias, esta vez centrada en la vergüenza.

Ambos fenómenos, no vulnerabilidad, sino rechazo a mostrarnos vulnerables (es decir: ponernos una coraza o una barrera que nos aisla y nos encierra en nuestro propio sufrimiento), y la vergüenza, son muy interesantes para mí, y de hecho con frecuencia uso estos vídeos con mis pacientes, ya que en una sociedad como la actual, que rinde culto a la perfección y al hedonismo, no es difícil encontrarse con personas con altos niveles de autoexigencia, de sentimientos de culpa o de insatisfacción permanente.

O de vergüenza. De hecho, no en vano, Brené Brown se refiere a ella como “una epidemia en nuestra cultura”. Yo voy más lejos: la vergüenza puede ser la gran epidemia del Siglo XXI. Y es que, si a través de la publicidad, la cultura (o anticultura) o incluso la política se nos dice continuamente cómo se ha de ser, es muy fácil caer en la trampa de preocuparse por la apariencia de felicidad, en vez de buscarla realmente.

Tras estas reflexiones, os dejo ya con la síntesis. Seguro que os hace reflexionar también a vosotros.

SÍNTESIS

Si en su “conferencia TED” sobre vulnerabilidad, la socióloga Brené Brown, empezaba hablando sobre la vergüenza, en ésta que versa sobre la vergüenza no podía empezar de otra forma que no fuera hablando de vulnerabilidad. Para Brown la vulnerabilidad no es debilidad. Ese mito es tremendamente perjudicial. Vulnerabilidad es valentía. Es la medida más precisa de valentía. Dejarnos ver tal como somos, con nuestros defectos, con nuestros fracasos. La vulnerabilidad es el lugar donde nace la creatividad, la innovación y el cambio.

Todo esto me provoca una reflexión: las personas que exponen su vulnerabilidad tienen más iniciativa y tolerancia a la incertidumbre y al cambio, porque saben que a pesar de sus fracasos ellos seguirán siendo dignos de amor y pertenencia.

Para entender la relación entre coraje y vulnerabilidad, continuaba Brown: hay que hablar de la vergüenza. Y abre este tema la socióloga contando una divertida anécdota que le ocurrió en una tienda de deportes, en la que una mujer se le acercó y le dijo que tenían un club: “Nuestro lema es: nos derrumbamos y es fantástico”. Un ejemplo extraordinario y lleno de sentido del humor de cómo naturalizar e incluso desdramatizar lo malo.

Los seguidores de Jung hablan de la vergüenza como los pantanos del alma. Y nos dice Brown: “Vamos a adentrarnos allí, pero no para quedarnos y construir nuestra casa, se trata de ponerse las botas de agua, atravesar el pantano y encontrar el camino”.

Otra frase que destaco de Brown en esta conferencia es: “El gran éxito de TED es que es la conferencia del fracaso”, haciendo referencia a que todos los que trabajan para esta asociación o han dado conferencias para ella, han fracasado muchas veces, y que esto es inevitable para hallar el éxito.

La vergüenza, continúa Brown, son tus pensamientos negativos diciéndote que no puedes, que no eres lo suficientemente bueno y que los demás lo saben. PERO, la vergüenza no es sólo eso, no es sólo: “No eres lo suficientemente bueno”, ES TAMBIÉN, cuando haces algo, cuando te atreves: “¿Quién te crees que eres?”

La vergüenza no es culpa. Culpa = hice algo malo. Vergüenza = soy malo. La culpa está centrada en el comportamiento y la vergüenza en uno mismo. Vergüenza = “Lo siento, yo soy un error”. Por eso es mucho más grave y difícil de tratar.

Las únicas personas que no sienten vergüenza, son las que no tienen empatía. Por tanto, no es nada perjudicial sentir un poco de vergüenza. Como otros sentimientos negativos o desagradables o molestos o poco útiles, tales como la tristeza, la ira o la ansiedad, no hay que reprimirla o intentar eliminarla, sino aprender a gestionarla.

Vergüenza para las mujeres = lo que se supone que se debe ser.

Vergüenza para los hombres = no ser percibido como débil

Pero… la empatía puede ser el gran antídoto de la vergüenza.

Por eso, las dos palabras más poderosas cuando estamos en lucha con esa emoción, son: “Yo también”. Yo también me he sentido así, yo también he pasado por esto, yo también he hecho o dicho algo similar…

Termino con las palabras que usa Brené Brown para cerrar su conferencia: “Nos decimos: entraré en el ruedo (lo haré, me atreveré) cuando esté bien acorazada y sea perfecta. Y eso nunca va a pasar. Queremos que entres en el ruedo porque lo único que esperamos de ti, es una pequeña osadía”.

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