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A la hora de proyectar un jardín habitualmente pensamos en el efecto visual del mismo, pero ¿qué hay del tacto?

 

En este artículo le damos las claves para lograr que su jardín, además de estar hecho para ver, se pueda disfrutar a través de las manos.

 

 

“¡Se mira pero no se toca!”

Quizás sea esta una de las frases que más hemos escuchado siendo niños y que, con toda probabilidad, hemos pronunciado alguna que otra vez siendo adultos. Pero la verdad es que existen cosas que nos es imposible no tocar, cosas por las que nos sentimos atraídos y, casi como si de un acto reflejo se tratase, tenemos que tocar. Si traducimos esta regla general a los jardines, la necesidad de tocar se ve incrementada y quizás, uno de los motivos por los que la jardinería es un hobby tan atrayente para muchas personas es porque se trata de una actividad que tiene mucho que ver con el tacto.

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Habitualmente pensamos en la belleza visual de un jardín con sus vivos colores; también se suele pensar en el sabor de determinados frutos que en él cultivamos; incluso podemos valorar el maravilloso sonido del agua en una fuente, o del canto de los pájaros en nuestro jardín. En lo que rara vez nos paramos a pensar es en las sensaciones táctiles que el jardín nos produce. Desde el simple hecho de sentir como la tierra se desmenuza entre tus dedos, hay miles de sensaciones agradables al tacto que se pueden dar en el jardín.

El sentido del tacto en el jardín es un modo de interactuar con el paisaje y de llegar a conocerlo mejor.

 

En el caso de que tenga niños pequeños, estos serán los que más disfrutarán en el jardín. Tienen una atracción natural hacia las experiencias táctiles. A los niños les gusta tocarlo todo. Pero no sólo han de ser ellos los que disfruten toqueteando las flores, las hierbas y todos los elementos del jardín. Cualquier jardín puede ser acondicionado para potenciar este tipo de sensaciones.

En primer lugar, si existe una planta a la que le guste tocar deberá situarla en un lugar de fácil acceso. Por ello, los bordes de los senderos o caminos serán los lugares ideales para este tipo de planta. Imagínese a usted mismo caminando a través de uno de estos senderos, sintiendo y escuchando a la grava bajo nuestros pies, sintiendo como las hierbas le hacen cosquillas en las piernas al pasar, o como choca contra las encrespadas hojas y florecientes espigas de Verbascum thapsus.

Los senderos no pueden ser tan sólo considerados una forma de llegar de un lugar a otro. Forman parte activa del jardín y son los lugares ideales para que se produzca la mencionada interacción entre las plantas y las personas, con la ventaja de que no hay necesidad de poner un pié en la tierra.

Las zonas donde tenemos bancos o que destinamos para el reposo son buenos lugares para detenerse a contemplar y disfrutar de los placeres sensoriales que los jardines nos ofertan. Por ello, es recomendable que los bancos de nuestros jardines estén rodeados de vegetación. Hay que dejar que las flores y el ramaje invadan estos lugares de descanso. La relajación máxima se lograría si próximo a este lugar de descanso hubiese una fuente o estanque de agua. Tanto el sonido del agua como el poder introducir las manos en ella nos proporcionarían relajantes sensaciones.

Tenga también en cuenta la altura. Si hay plantas por las que usted siente una cierta predilección no las sitúe en lugares altos donde no pueda llegar a ellas. Piense en las alturas más adecuadas y aproveche arriates elevados, pedestales y recipientes para que las plantas que a usted más le gustan le queden, simplemente, a la altura de la mano.

Las entradas juegan un papel muy importante, ya sea en una casa o e un jardín. La entrada supone la primera impresión que nos llevamos y por ello hay que tenerla en gran consideración. En un jardín orientado al sentido del tacto no se nos debe escapar este lugar. En la entrada de nuestro jardín es donde muchas veces nos paramos a hablar con vecinos o conocidos que pasan por la calle; también es el primer lugar de nuestra casa o jardín que alcanzamos cuando llegamos de una dura jornada.

¿Qué mejor manera de relajarnos que situar en torno a ella las plantas que más nos gusta tocar, las que más calma nos producen? Los materiales sólidos de nuestro muro, como la piedra, en combinación con la fina Dulcura del Alysum, así como la suavidad de un portal de madera serán una grata invitación a descubrir el jardín que se esconde en el interior.

 

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