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La fría muerte de un “sintecho” como paradigma [08-05-2020]

 

267.000, 75.879, 30.150, 29.858, 25.812, 26.070… No son números de lotería, ni indicadores económicos reflejados en un ordenador, ni ninguna sucesión matemática. Son personas, muertos para ser más exactos, son los fallecidos oficialmente en el momento de escribir estas palabras, en el Mundo, en Reino Unido, en Italia, en Francia y en España, respectivamente.

 

Cifras, en definitiva parece que sólo son cifras. Pero bueno, quizá solo son unas cifras más, como ya lo eran los ahogados en esa fosa común para migrantes que es el Mediterráneo, los enterrados en los diversos conflictos bélicos olvidados, los muertos por desnutrición en las hambrunas, que aún permitimos que se produzcan, y también son cifras, los enterrados por todo lo contrario, víctimas de la obesidad y la sobrealimentación, por las enfermedades de la opulencia y los excesos, los muertos por el cáncer, el ictus y las cardiopatías, o por los accidentes laborales y de trafico, por la violencia de género o el terrorismo, también los enterrados por las miserias, que las tiene, del primer mundo, con la fría muerte de un “sintecho” por hipotermia en el banco de un parque, como paradigma.

 

Esas cifras que vemos y escuchamos durante la cena en el telediario, contra las que nos hemos inmunizado y hasta cierto punto deshumanizado, porque no nos toca cerca, porque no vemos las caras. Esas cifras que no transmutamos en su verdadera realidad y dimensión, pues sino, no se entenderían las irresponsabilidades que se aprecian en la famosa “desescalada”, que pronto se nos olvida todo.

 

Tema jodido para reflexionar, la muerte, pero creo necesario hacerlo. Desde nuestra soberbia actual, pensamos que podemos ser más listos que la muerte, que podemos derrotarla. Y ciertamente, la humanidad ha conseguido grandes logros a este respecto en los últimos años, en apenas dos siglos hemos duplicado la esperanza de vida y hemos reducido a la mínima expresión la mortalidad infantil, al menos en los países más desarrollados. Pero esta pandemia nos ha devuelto a la realidad y convendría prepararnos para enfrentar nuestra fragilidad. Deberíamos ser realistas en nuestras expectativas y no fiar a la ciencia la solución de todas las calamidades de la vida. Es probable que, como dice Yuval Noah Harari, quizá en un siglo o dos, la ciencia prolongará la vida humana casi indefinidamente, pero aún no, y habría que procurar llegar a ese momento reconociendo nuestra transitoriedad.

 

También convendría tomar conciencia de la muerte filosóficamente hablando, pues la filosofía no forma parte del orden del día de los gobiernos, ni los médicos pueden resolvernos el enigma de la existencia.

 

A menudo evitamos pensar o hablar de la muerte, como si por ignorarla fuéramos a hacerla desaparecer, pero la realidad misma, cuando nos golpea, deshoja el argumento idealizado de que lo que no se nombra, no existe. En estos días la amenaza de la muerte ha dejado de ser una voz lejana, un susurro en la penumbra. Se muestra a plena luz del día en forma de datos, números o cifras, se acabó el tabú. Un microscópico virus ha puesto en jaque, en unos meses, a la humanidad, de nuevo…que no se nos olvide…de nuevo.

 

La globalización y su expansión sin limites nos había hecho pensar que éramos dueños del planeta, pero de repente todo fue sacudido, incluida la negación de nuestra condición finita y vulnerable, descubriendo el velo que cubría la muerte, quizá la mayor verdad inmutable que tenemos a nuestro alcance. Y esta realidad de la muerte, sin embargo, no debería impedirnos la consecución de una buena vida, sino todo lo contrario, porque al abandonar las falsas ilusiones, al dejar de ignorar una verdad tan segura como la propia muerte, nos evitaría el dolor que produce la colisión de la realidad con el autoengaño e ir poco a poco comprendiendo la idea de la muerte, ya que tarde o temprano tendremos que afrontarla, que abrazarla, así quizá no nos impresione tanto, ni nos sorprenda desprevenidos cuando llegue el momento de su azaroso y necesario encuentro.

 

En este momento que están muriendo tantas personas en soledad, aislados, lejos de sus familiares, por las exigencias de seguridad, seguro que habría venido bien haber tenido esa conversación, principalmente con uno mismo, acerca de la muerte. Cuando la rabia pueda manifestarse como resistencia a la injusticia del ¿por qué yo?, en la negociación con la muerte, provocada por la negación, tratando de conseguir algo más de tiempo y se pueda llegar a la aceptación, a la nueva comprensión, a la profunda tranquilidad interior.

 

Nadie puede hacer nada por nosotros para asumir nuestro trance, los gobiernos realmente deberían centrarse en mejorar los sistemas de salud y de prevención, los médicos, como ya dije, no nos resolverán los enigmas de la existencia, pero si pueden proporcionarnos más tiempo para la búsqueda. En realidad, depende de las personas hacer y tener una mejor filosofía, lo que hagamos con ese tiempo extra que nos quede dependerá, exclusivamente, de nosotros mismos.

 

El amanecer es sombrío y tormentoso, parece que quiere hacer honor a lo lúgubre y triste que pudiera parecer esta reflexión, pero no permitiré que finalice así. Pues en lugar de temer a la muerte, deberíamos concentrarnos en vivir una vida rica, feliz y significativa, no sea que de tener tanto miedo a morir nunca comencemos a vivir. Quiero recordar al cachondo de Woody Allen cuando le preguntaban que si le gustaría ser recordado y vivir en las memorias del cine cuando muriera, a lo que él contesto: “…la verdad, prefiero vivir en mi piso…no es que tenga miedo a morir, simplemente no quiero estar allí cuando suceda.”

 

La muerte es tan natural como el nacimiento, son leyes esenciales de la vida, ambas son misteriosas y sagradas, pero sobre todo nos hacen entender que formamos parte de la naturaleza, que morir es sólo la última parada, pero que lo verdaderamente importante es el viaje en sí y lo que hacemos de él. ¡A vivir!

 

Buen día a tod@s!!!

 

Os quiero Bandid@s!!!

“Vivir cada día como si fuera el ultimo, nunca perturbados, nunca apáticos, sin adoptar pose alguna, he ahí la perfección del carácter.” Marco Aurelio

Hoy os dejo un tierno rap, relativo al tema de la reflexión…”Death Bed”, del rapero canadiense Powfu.

el-pinche-feliz

Aquí a diario Mis Gastrotapasdesde la “Oronja Home”
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