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La ortorexia es la obsesión patológica por la calidad y la composición de los productos alimenticios. Así, mientras que en el anorexia y la bulimia el trastorno radica en la cantidad de la comida, en la ortorexia radica sobre la comida en sí. Se dice que los ortoréxicos están obsesionados por la comida sana. Evidentemente, esta actitud, en principio, no es negativa, ya que todo el mundo debería preocuparse de lo qué come, y hacer un mínimo esfuerzo por realizar una dieta saludable. Sin embargo, el problema radica cuando esta preocupación se convierte en obsesión y alcanza el terreno de lo patológico, entonces puede llegar a ser peligroso para la salud. Usualmente, los ortoréxicos excluyen de su dieta la carne, las grasas, y los alimentos cultivados con pesticidas. No obstante, tampoco se debe confundir a un vegetariano con un ortoréxico. Un vegetariano puede suprimir de su dieta la carne, pero trata siempre de compensar las sustancias nutricionales de la carne con otros alimentos sustitutivos; además, la cocina vegetariana se esfuerza en presentar platos que sean sabrosos y variados. El ortoréxico, en cambio, ha renunciado al placer de comer, y sólo ve los alimentos como potenciales trasmisores de enfermedades. Además, diseña su dieta sin ningún criterio científico y sin consultar con el especialista, sólo a partir de sus filias y sus fobias. Además, si en un momento de debilidad, se saltan algún punto de su dieta, sienten unos fuertes sentimientos de culpa y se castigan infligiéndose dietas aún más severas. Los ortoréxicos suelen ser personas con tendencias obsesivo-compulsivos, o pacientes que anteriormente han sufrido algún otro trastorno de la alimentación, como la anorexia. Muchas veces, la disciplina casi castrense que se imponen en la comida, es una traducción de problemas de autoestima o de carencias emocionales.

Este trastorno ha aparecido, precisamente, en un contexto en el que la calidad de los alimentos ha ocupado repetidamente las portadas de los medios de comunicación. La crisis de las vacas locas, la peste porcina, o los temores que suscitan los alimentos transgénicos, no han hecho si no acentuar esta obsesión.
La ortorexia incide en la salud del paciente en forma de anemias, avitaminosis y falta energía. Esta carencia de minerales y vitaminas, se traduce en cambios en la piel, debilitamiento de las uñas, alteración de la sensación del gusto, y aumento del riesgo de padecer osteoporosis. Además, estos hábitos alimentarios extremos pueden alterar la vida social del ortoréxico, que deja de compartir comidas con amigos o familiares, o no acude a cenas ni reuniones porque desconfía de la calidad de los alimentos.

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