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– Hace 25 años, me encontraba en una Fuente de Soda, lugar llamado así en Colombia, donde se toman bebidas refrescantes y café.

Estaba muy deprimida y mis lágrimas fluían sin poderme contener. El lugar era acogedor y había pocas personas.

Entonces, entró y se sentó a mi lado un hombre alto, de cabello rubio, ojos azules preciosos, y en la hebilla de su pantalón un símbolo azteca. Tal personaje me dijo mirándome dulcemente: ¿Tú crees que éste es el cielo? ¿Crees que este mundo es un lugar de felicidad? Debes aprender a superar todo sufrimiento porque vas a ser ¡Feliz, feliz, feliz! Tres veces me repitió esta palabra y salió tan rápido como había entrado.

Salí sorprendida detrás de él para saber hacia donde se dirigía, y cuál no sería mi sorpresa que, ya en la calle, desapareció instantáneamente de mi vista. Aún llevo su imagen en mi mente y, cuando estoy triste, recuerdo sus palabras que me confortan a pesar de los años que han pasado. Me pregunto quien era aquel maravilloso y misterioso personaje. Analicen ustedes.

Un personaje misterioso

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