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– Lo que voy a contaros pasó en mi familia, residente entonces en Buenos Aires, y lo cuento aquí porque al leer estas vivencias a menudo me viene el recuerdo de aquella experiencia que estuvo a punto de confundirnos fatalmente.

El caso es que vivían con nosotros una señora y su hijo adolescente que hacían de asistentes en la casa y las caballerizas.

El muchacho un día mostró un extraño comportamiento que sorprendió al capataz, quien advirtió a su madre, y a mi marido.

Parece ser que el chico gritaba aterrorizado mientras trataba de acurrucarse en un rincón junto a las yeguas, diciendo que veía a los animales ensangrentados. Y esto se repitió de nuevo pero con otras visiones y en otros lugares de la estancia.

Nosotros creíamos que el muchacho debía ser visto por algún médico pero su madre, una buena persona pero llena de extrañas creencias sobre espíritus, estaba convencida que su hijo estaba teniendo premoniciones de sucesos que podrían acontecer pronto.

Y no había manera de convencerla, hasta que tales sucesos casi provocaron un accidente en uno de los establos.

Entonces mi marido le obligó a acudir al psiquiatra aunque con gran disgusto de la madre que lloraba diciendo que su hijo perdería el don que Dios le había concedido.

De resultas de esa consulta, se descubrió que el muchacho tenía brotes sicóticos y posiblemente estaba desarrollando episodios esquizofrénicos.

Tuvo que ponerse en tratamiento y por lo que sabemos lleva una vida normal, dentro de algunas limitaciones, pero me asusta pensar qué habría sido de él, si su enfermedad la hubiéramos confundido con un poder sobrenatural.

La enfermedad la hubiéramos confundido con un poder sobrenatural

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