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– Emigré de mi país para trabajar en otro, y tuve suerte pues me encontré con gente muy buena, pero el primer mes lejos de mi esposo y mis dos hijas (la una de cuatro años y la segunda de siete meses), me sentía morir.

Luego de este mes, llegó mi esposo, pues hice todo lo posible para que él viajara hasta donde yo estaba. Pensé que su presencia me ayudaría, y nos pusimos a trabajar juntos dos meses más, pero yo lloraba todas las noches por mis hijas.

Soy muy católica e iba a la iglesia cada vez que podía a pedirle a Dios por mis hijas que se quedaron con mi madre.

Entonces, escuché una voz interior que me preguntaba: ¿Qué te hace falta para regresar a tu país y estar con tus hijas? Tener un trabajo estable y que me paguen bien, contesté calladamente.

Y no pasó mucho tiempo de esto que mi hermana me llamó por teléfono y me dijo que a mi madre le habían llamado de mi trabajo anterior. Me ofrecían un puesto con muy buen sueldo y como sabían que estaba fuera del país, me esperarían hasta que regresase.

Tomé la decisión, que fue muy difícil, de regresar a mi país por mis hijas y por el empleo pero mi esposo se quedó allá.

Les envío este mensaje porque sentí la necesidad de hacerlo y decirles que cuando una persona esté pasando por una situación difícil no debe perder la fe.

Pasando por una situación difícil no se debe perder la fe

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