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– Para el segundo semestre de 2014 cursaba yo el octavo semestre de derecho y ciencias políticas.

Fue una de esas noches, en la que un sueño me marcó un sendero de connotaciones espirituales.

En el sueño, yo experimentaba un serio disgusto porque mi tía Betty no podía ciudar a mis dos pequeñas para yo poder asistir a una reunión. En medio de mi enojo, de repente apareció frente a mi, otra de mis tías cuestionando la causa de mi disgusto.

Después de comentárselo, se limitó a entregarme un anillo de oro, plano, sin piedra alguna, con las siguientes inscripciones en su parte externa: Sobre el lado izquierdo, Yo Soy tu Ley. Sobre el lado derecho, Yo Soy tu Moral, y en el lugar ocupado normalmente por una piedra preciosa, en sentido diagonal, el nombre Isaias.

Sobra decir que el sueño dio vueltas por mi cabeza varios años.

Consulté con distintos personajes, incluidos sacerdotes, psicólogos, practicantes de la ciencia espirita, etc., etc., sin encontrar una respuesta que me dejara satisfecha.

Curiosamente, cuando había dejado de buscar, la respuesta llegó de la manera más impredecible.

Mientras estaba en una pequeña librería, ubicada en la terminal de transporte terrestre de la ciudad donde resido, solicité un libro para obsequiar a un amigo por su cumpleaños.

Doña Olga, propietaria del establecimiento, regresó con el pedido y además con una sugerencia. ¿Por qué no lleva usted un libro que últimamente se está vendiendo mucho? Respondí positivamente, pues debo reconocer que una de mis pasiones es la lectura.

La señora puso, entonces, en mis manos la pequeña obra. Empecé a hojearlo y en la página en que me detuve apareció algo que me dejó estupefacta. El capítulo se denominaba: Yo Soy. Sentí erizarse mi piel y una alegría infinita me colmó hasta las lágrimas. Allí estaba la respuesta. Allí mismo estaba mi verdad, una verdad que ha significado una vida más plena, impregnada de fe, esperanza, tolerancia, alegría de vivir, fuerza, valor y sobre todo, una maravillosa libertad.

Sigo soñando y sigo recibiendo nuevos mensajes, aunque no siempre tengo las respuestas tan pronto como quisiera.

Así es que también he aprendido a tener paciencia. A saber que las cosas son cuando deben ser y no cuando yo desee que sean.

Revelaciones. A saber que las cosas son cuando deben ser

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