Autobroncearse también tiene sus secretos y sus reglas:
Sabido es que el bronceado adquiere mayor intensidad sobre las pieles más suaves. Por esta razón, conviene someter la piel a una exfoliación en regla antes de aplicar el autobronceador. Bien a través de un exfoliante o el empleo del guante de crin, su objetivo es eliminar las células muertas y las rugosidades de la superficie para que el resultado sea uniforme y sin manchas.
Es preciso extender el autobronceador con rapidez y de forma uniforme hasta que la piel lo absorba. Lo ideal es empezar por los pies e ir en ascenso para evitar la retirada accidental del producto ya aplicado. La cantidad a aplicar será menor en tobillos, rodillas y codos, en aras de las características cutáneas de estas zonas. Recuerde que las cejas y la raíz capilar son terreno prohibido para los autobronceadores y si no quiere que se tiñan, aplíquese un poco de vaselina.
Tras la aplicación hay que lavarse las manos rápidamente. Para que sus efectos sean los deseados habrá que evitar todo contacto con la ropa hasta transcurridos 15 minutos y esperar al menos media hora antes de darse un baño o una ducha.
El efecto de los autobronceadores no es inmediato y depende de cada tipo de piel.
Pero a grandes rasgos puede decirse que la epidermis adquiere el anhelado color dorado al cabo de una o dos horas desde su aplicación. Si se pretende mantener el tono conseguido es necesario repetir la operación de dos a tres veces por semana como fórmula de mantenimiento.
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