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Algunas personas advierten con la llegada del otoño que su estado de ánimo decae hasta el punto de que pierden la energía vital y se sienten con falta de iniciativa y entusiasmo; comienzan a preferir alimentos muy dulces -en especial el chocolate-, se desinteresan por el contacto social y duermen mal, lo que hace que se sientan irritables.

Este “bajón del estado de ánimo” y de la capacidad de trabajar y disfrutar de la vida suele aparecer con la llegada de los días nublados; perdura durante el invierno y, con los primeros soles de la primavera, comienza desvanecerse y todo, o casi todo, vuelve a la normalidad.

El nombre de este padecimiento es el de Síndrome anual recurrente y constituye un trastorno afectivo estacional, más conocido como depresión otoñal. Ya en la antigüedad se conocía la influencia de las estaciones (y sobre todo la luz de cada una); de hecho, Hipócrates ya estableció relaciones entre la melancolía y el ritmo circadiano.

Una falta de luz deprimente

Esta depresión comienza en otoño y se desarrolla durante el invierno. La probabilidad de padecerla aumenta según disminuye la distancia a los polos de la tierra, pues cuanto más cerca se está de ellos menos perpendicular es la luz y más oscuro el otoño. De hecho, este tipo de depresiones es en países como el Ecuador, escasamente significativa.

Esta depresión desaparece con la llegada de la primavera o cambio de hemisferio y afecta, sobre todo, a mujeres de alrededor de 30 años (un 85% de personas aquejadas por este mal son mujeres de esa edad). Sin embargo, algunas personas se vuelven hipomaniácas cuando llegan los meses luminosos, están más ansiosas o excesivamente alegres.

La causa de esta depresión es una alteración en los ritmos circadianos, a consecuencia de la variación de las horas diaria de luz natural. Y es que la luz u oscuridad informan al cerebro de que segregue o deje de liberar ciertas hormonas responsables del funcionamiento del organismo. Una de las hormonas más importantes es la melatonina, cuya producción está directamente relacionada con la calidad y cantidad del sueño.

Desorden del reloj biológico

El desajuste en el reloj biológico propio de este tipo de depresión es un patrón de respuesta fisiológica ante los cambios de luminosidad, que regula funciones tan básicas como: cuándo comer, dormir, la temperatura corporal, la presión arterial, etc.

Todo ello en un período de 24 horas, aunque hay pequeñas variaciones según la edad: por ejemplo, un joven de 20 años tiene un ritmo circadiano de 25 a 26 horas; un adulto joven, de 24 horas; y el ritmo de los más ancianos es inferior a las 24 horas.

Además, tiene una relación con el estado de ánimo, porque afecta los niveles de serotonina en el cerebro. Se ha comprobado que cuando la melatonina aumenta, disminuyen los niveles de este neurotrasmisor. De hecho, bastarían dos semanas de insuficiencia de luz para disminuir los niveles de serotonina y conducir a una depresión, siempre que se trate de individuos predispuestos.

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