La familia y amigos de quien sufre una patología bipolar son los primeros, incluso antes que el propio paciente, que se dan cuenta del problema y que pueden reconocer los síntomas (sobre todo en los episodios maniáticos). Por ello, son los que primero deben asesorarle para que pida ayuda a un experto.
Es imprescindible que, además del tratamiento farmacológico, el afectado se vea apoyado por su entorno y que éste participe en sus tratamientos psicológicos y reuniones con asesores. Sin embargo, en ningún momento el que ayuda debe descuidar su propio descanso y bienestar, ya que puede repercutir en el enfermo.
En el caso de la fase de depresión el paciente permanecerá aislado por propia voluntad. La función de la familia en este caso es comprobar que puede valerse por sí mismo y que cumple con sus necesidades básicas; además de hacerle compañía e intentar que salga al exterior. Si no come o no se hidrata correctamente será necesario llevarle a un médico.
Cuando sucede un episodio maniático el enfermo puede llegar a la agresividad. De ahí que lo más aconsejable sea mantenerle vigilado para que no tenga problemas con gente de su alrededor. Si es necesario incluso se puede pensar en su internamiento en un centro psiquiátrico, bien convenciéndole y que lo haga por su propia voluntad o bien obligándole (si es necesario por la vía judicial).
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Acudir al psicólogo es una manera para cuidarte y dedicarte atención, es como ir a un spa o darse un masaje, es un mensaje que te envías a través del cual te dices que te preocupas por ti y que eres importante. En la consulta tendrás tiempo solo para ti, para hablar de tus problemas, preocupaciones y/o sueños. El psicólogo no resuelve los problemas, te ayuda a encontrar la solución.