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La salud emocional del ser humano va cobrando felizmente
una mayor importancia cada día.

Es requisito indispensable para sentirnos
a gusto y en paz con nosotros mismos, en todas nuestras relaciones y en
las tareas que decidimos llevar a cabo en nuestra vida. Juega así mismo
un papel fundamental en la salud física y mental.

A parte de una determinada predisposición genética, la salud emocional
empieza a gestarse y a establecer sus cimientos en los comienzos de la
vida
, tanto durante los meses de gestación, como en nuestra experiencia
del nacimiento y en los primeros años, según hayamos experimentado
fundamentalmente el bienestar o el malestar. Por tanto, en la base de las
emociones y de los sentimientos, siempre estarán las sensaciones
, muy antiguas, grabadas en nuestra memoria corporal y reactualizadas ante
determinadas situaciones a lo largo de la vida.

recién nacidos Dado que este tema es sumamente amplio y profundo y no puede abarcarse solo en un artículo, ofrezco hoy algunos puntos que nos ayuden a todos a
reflexionar.

El bebe y el niño necesita ser nutridos con el amor para su salud
emocional
, y esto lo sabemos y lo vivimos así pero, puede suceder,
algunas o muchas veces, que nuestro mejor amor por el otro no coincida con
que el otro se sienta amado; e incluso las señales que emite el niño
acerca de este malestar, no siempre son fáciles de reconocer.

¿Qué
está sucediendo y cómo podemos ayudarle-amarle mejor?

Sucede que el amor no es solo un buen sentimiento (e incluso es el mejor)
sino además una serie de actitudes, gestos, hechos, “obras son
amores y no buenas razones
“, reza el viejo refrán.

El niño se siente amado cuando sus necesidades básicas son satisfechas,
y estas necesidades, cambiantes con la edad y cada momento, son de todo
tipo, no solo las físicas sino también las de relación, movimiento,
etc. Por tanto, es importante satisfacer al niño en el momento adecuado,
que es precisamente cuando él manifiesta su necesidad del tipo que sea.
Sin embargo, en mi trabajo con padres y niños, escucho el desconcierto o
la hartura de bastantes madres rodeadas de mensajes contrarios, contrarios
incluso a lo que ellas sienten “instintivamente” como madres.
Mensajes que reflejan un estilo
de crianza y educación aún muy arraigado, según el cual se atiende al
niño (cogerlo, abrazarlo, darle cosas, jugar, etc.) en un momento en el
que él no necesita o no quiere y sin embargo, cuando él sí necesita y
demanda algo, no se satisfacen sus verdaderas necesidades.

Es igualmente importante en la atención al niño, tenerle en cuenta en
cuanto a la cantidad, la duración y el modo
, por ejemplo, ante una
necesidad de consuelo, de contacto o de autonomía
. Si le escuchamos con
atención, él mismo da señales de lo que necesita, cuánto y cómo.

Aquí enlazamos con el tema de permitir al niño la expresión de sí
mismo, de sus diversas emociones y sentimientos:
enfados, llantos,
rabietas, tristeza, miedos, alegría, amor, placer, etc. Reconocerlas y
aceptarlas (a veces en contacto corporal), pero esto implica que uno mismo
sea capaz previamente de reconocer y aceptar las propias emociones y esto
a veces requiere de un trabajo sobre sí mismo como adultos.

salud de los bebés Poner palabra
a las emociones ante el niño comprensivamente
(cuando son muy intensas
hay que esperar un momento para que el niño esté en condiciones de poder
escuchar), reflejándoselas también con nuestro propio cuerpo, de manera
que se haga consciente de lo que siente y se sienta comprendido. Esto
supone una importante organización y contención en su desarrollo mental
y emocional, así como un profundo alivio, sosiego y confort internos,
abriéndose a la confianza en sí mismo
, en el otro y en la vida,
aprendiendo de esta manera que nada en ella es terrible. Muchas veces esto
será suficiente. Otras situaciones y según la edad del niño requerirán
hablar algo más o incluso ayudarle a aceptar la frustración.

Escribiendo estas líneas me viene una frase que únicamente expresamos
ante situaciones de duelo:
“Te acompaño en el sentimiento”. Y
de pronto, me ha parecido preciosa si la volvemos a llenar de significado
y si la experimentamos habitualmente en nuestras relaciones, ¡por
supuesto incluido el niño que también es una persona!.

Podemos preguntarnos, ¿en qué momentos me he sentido más acompañada/o,
comprendida/o y aceptada/o, amada/o?, ¿qué significaron para mí, qué
huella dejaron en mi vida?.

Recibir el placer y la alegría del otro ante nosotros, recibir el reflejo
de nuestro dolor compartido, es decir, recibir el interés, el deseo y el
amor incondicional del otro es una experiencia fundamental de cualquier
relación humana, verdadera y profunda. El niño podrá así experimentar
y desarrollar su sentimiento de ser y evitar el sentimiento de vacío del
que habla Elvira Porres en su bello libro “Tócame mamá”
:
“El individuo humano, como tal, no ha llegado a saber cómo hacerse
feliz a sí mismo, cómo llenar el gran vacío que siente en su interior.
Todavía no ha desarrollado el potencial realizador que lleva dentro de
sí. Creo que todo hombre piensa, intuye o siente esta enorme carencia; no
entiende que su deseo de plenitud, el deseo de amor, siempre constante en
su vida, nunca haya sido satisfecho. Ningún objeto externo le proporciona
la necesaria sensación de saciedad para darle sosiego.

El vacío del hombre es mucho, su sentimiento de “ser” es tan
escaso y limitado que le impide sentirse a “sí mismo” lleno de
“sí mismo” como para que esa sensación-sentimiento le
proporcione una estancia lo suficientemente feliz y plena para dejar de
buscar inútilmente continuos estímulos exteriores a él”. Este
sentimiento de “ser” es lo que le hará posible su paulatina
“contención” emocional y crear una existencia feliz, pues
sentirá “su casa habitada” ya para siempre.



FABIOLA AGUADO

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