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En primer lugar, tenemos que tener en cuenta, que para preparar la arcilla, usaremos preferentemente un recipiente de barro, también de cerámica, madera o vidrio, jamás de metal, ni de plástico, y como paletilla para moverla, al ser posible que sea de madera.

La arcilla puede emplearse en forma de:

Emplastos.

Cataplasmas.

Vendajes.

Baños de Arcilla.

Fricciones.

Enterramientos.

Gargarismos.

En principio y de un modo generalizado, la Arcilla Terapéutica debe ser utilizada siempre en frío, tal cual, pues, en general su aplicación se hace sobre un punto congestionado y para que su eficacia sea total, debe ser puesta en frío.

En ciertos casos, cuando se trata de aplicaciones de arcilla tibia, bastará un simple calentamiento al baño María (hirviéndola en un poco de agua, protegida con un recipiente).

Sobre el agua, siempre se utilizará agua mineral o agua destilada, dándole más o menos consistencia, según la zona que vayamos a aplicarla.

Muy importante es no volver a utilizar la Arcilla Terapéutica una vez realizado con ella un tratamiento, pues está cargada de las toxinas del mal y no puede servirse otra vez.

Dada la poderosa acción de la Arcilla Terapéutica, las reacciones que determina y la energía que libera, hay que abstenerse de aplicar, al mismo tiempo, la arcilla sobre dos órganos importantes, como medida precautoria.

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