– Cuando se te acaba el champú en el momento menos oportuno, recuerda que nuestras abuelas se lavaban la cabeza masajeándola con un compuesto a base de yema de huevo y ron.
Después se la aclaraban repetidas veces con agua y vinagre para quitar tanto los residuos como el olor característico de los huevos.
El cabello así tratado adquiría un volumen, luminosidad y ligereza insólitos.