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– No resultan fáciles de cultivar, a pesar de que espontáneamente se propagan con suma facilidad.

El clima es determinante para su supervivencia, y no debe ser demasiado seco, aunque conviene también evitarles una humedad de estancamiento.

Su posición es esencial: tiene que ser sombría, pero muy luminosa.

Al final de su período de floración conviene respetar la planta dejándola en reposo aproximadamente durante un par de meses, reduciendo el riego para retomarlo de forma abundante en verano.

Estos mismos cuidados son aconsejables para las prímulas cultivadas en el interior de las casas.

Si los observamos, las prímulas no obsequiarán con sus flores hasta mayo/junio.

– Sus flores de vivos colores pueden alegrarnos todo el invierno, a condición de que pongamos sus macetas en un lugar fresco.

La prímula detesta las calefacciones y las habitaciones demasiado cálidas.

El calor haría que sus hojas perdieran el verde habitual y amarillearan rápidamente, así como que sus capullos no llegaran a abrirse por completo. Unos 15º es una temperatura ideal.

No requieren riegos excesivos; basta con regarlas un par de veces por semana, a fin de mantener la humedad de la tierra.

Añade el abono correspondiente al agua una vez por semana.

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