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– Puede vivir en el interior, a condición de que disfrute de buena luz, se halle a salvo de corrientes de aire frío y tampoco tenga ningún radiador cerca.

Se resiente de riegos demasiado frecuentes, y este exceso de agua le provoca la caída de sus hojas inferiores.

Comprobaremos antes de regar que su tierra esté seca, y no sólo superficialmente, sino hasta una profundidad de cuatro o cinco centímetros.

Cada dos semanas añadiremos a su agua de riego la dosis justa de fertilizante.

Es importante evitar la formación de polvo en sus hojas; para ello vaporizaremos la planta con agua templada una vez por semana.

Superado el invierno, podremos trasladarlo al exterior, siempre que sea a la sombra.

– Si arrancas una hoja del Ficus benjamina, verás que de inmediato aparece un líquido lechoso que empieza a resbalar por el tronco.

Al cortar alguna rama, los entendidos suelen aplicar un papel de fumar a la “herida” o la tamponan con un pedazo de algodón húmedo.

No obstante, lo más sencillo y eficaz consiste en pulverizar toda la planta con agua tibia.

Verás cómo la hemorragia se corta de inmediato.

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