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– Cuando lo transplantes, echa gravilla en el fondo del tiesto y cúbrela luego con la mezcla de tierra especial para cactus hasta llenar un tercio de la maceta.

Para salvar el peligro de sus dolorosos pinchazos, sujeta la planta con una banda de papel de diario, manténla derecha y acaba de llenar el tiesto, dándole una ligera pendiente a la superficie de la tierra.

– Los cactus prefieren tierras y abonos poco nitrogenados.

De no satisfacer estas preferencias, corres el peligro de que pierdan su clásica prestancia, se tornen blandos y acaben por marchitarse.

– La tierra, con el tiempo, se empobrece notablemente y hay que cambiarla.

Puedes optar entre comprar una tierra ligera en una jardinería o prepararla tú misma.

Para ello coge tierra normal como base y añádele una tercera parte de arena, trozos de piedra pómez y polvo de carbón vegetal.

– Al acabar la época de floración, no te olvides de cortarle las floras con un cuchillo bien afilado, pues si no lo haces, la planta puede empezar a pudrirse.

– Si los cactus no florecieran, aplícales el siguiente tratamiento: basta con que a partir del mes de noviembre los sitúes en un lugar luminoso durante tres o cuatro meses.

A condición, claro está, de que la temperatura oscile entre los 10 y los 15º. Tras esta hibernación, los cactus vuelven a florecer perfectamente.

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