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– Pues precisamente porque no se quería que se corriera demasiado.

Cuando el tipógrafo norteamericano Christopher Latham Sholes inventó en 1868 la máquina de escribir, al principio, el sistema mecánico no acababa de funcionar.

Los dedos de la secretaria corrían demasiado sobre el teclado, la máquina se embalaba y no acertaba a poner las letras una junto a la otra.

Sholes consultó a su hermano, que era profesor, y éste le dio la solución.

Para superar los defectos de la máquina había que distanciar aquellas letras que se utilizaban combinadas, como la Q y la U.

Luego ambos hermanos dispusieron las letras más usadas para que tuvieran que pulsarlas los dedos menos ágiles (la A se pulsa con el meñique, mientras que la G, más rara, se pulsa con un dedo tan diestro como el índice).

De igual modo, las letras más comunes, como la E, la S, la R o la T, se dispusieron para que las pulsaran los dedos de la mano izquierda, que, salvo para los zurdos, es la menos hábil.

Y así ha quedado el teclado…

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