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– Las piedras pueden rayarse con facilidad. Por esto conviene quitarse los anillos cuando se emprende un trabajo pesado. Y cuando te laves las manos, quítate los anillos y sujétalos entre los dientes. Así ni se estropearán por el jabón ni te los dejarás olvidados.

– Haz que un joyero revise de vez en cuando los engarces.

– Utiliza joyeros forrados de terciopelo. No guardes las joyas en un joyero forrado de ante o gamuza, pues estas pieles contienen ácidos que pueden perjudicarles.

– Antes de cerrar la aguja de un broche atraviesa con ella un trocito de caucho. Si se abre, impedirá que se deslice.

– Las joyas delicadas de oro o de plata recobrarán su brillo si las dejas una noche en un baño de alcohol de 90º. Déjalas secar en serrín.

– Puedes limpiar cadenas y brazaletes de metal con amoníaco. Seca después con un paño de franela.

– Cuando guardes las joyas de plata pon junto a ellas un trocito de tiza. Impedirá que oscurezcan.

– Un par de gotas de amoníaco en un litro de agua caliente bastan para devolver todo su brillo a cualquier joya de oro.

– Una bola de alcanfor en el joyero impedirá que tus joyas se deslustren a causa de la humedad.

– Si son de plata y se han puesto negras, límpialas sin esfuerzo a base de cubrir el fondo de un cazo con papel de aluminio, echar una cucharada sopera de sal y llenarlo de agua; introduce las joyas de plata. Pon el agua a hervir durante unos 30 minutos. Transcurrido este tiempo, acláralas a conciencia y enjúgalas perfectamente.

– Para que las joyas de oro no se vean sucias, límpialas bien antes de ponértelas. Aquellas que no lleven perlas, ópalos, corales u otras piedras, se lavan en agua caliente con una pizca de detergente y un chorrito de amoníaco o en una solución de agua y detergente para prendas delicadas. Deja las joyas en remojo un mínimo de diez minutos, y acláralas después bajo el grifo del agua caliente y enjúgalas con un paño de lana.

– Las joyas de plata se ponen negras con frecuencia, dejando a veces feos rastros negros en la piel de quien las lleva. Una forma muy sencilla de evitarlo consiste en darle al dorso de la joya, la parte que está en contacto directo con la piel, una o dos manos de barniz incoloro de uñas.

– Para limpiar joyas especialmente delicadas, déjalas a remojo en una botella con agua jabonosa. Una vez limpias, ponlas a escurrir en una caja con serrín y lústralas con un paño de lana o con un cepillo muy fino.

– En vez de suspirar por una joya de oro inasequible, ¿por qué no llevas al joyero algunas joyas de plata para que las dore?.

– Para limpiarlas, evitarás mucho trabajo y obtendrás un resultado espléndido si las pones a remojo media hora en un vaso con ginebra.

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