– La longitud del colchón debe superar, como mínimo, en 10 cm. la altura de la persona que lo vaya a utilizar.
– Un colchón debe ser 5 centímetros más corto que el somier para poder hacer bien la cama.
– Para limpiar los colchones usa un cepillo mojado en gasolina.
– Los colchones de crin de los bebés se cepillan solamente. Si se los golpea, se rompe la crin.
– Da la vuelta cada 15 días a tu colchón de muelles, de forma que intercambies las posiciones de cabeza y pies.
– Si cuando, acabadas las vacaciones, eches la llave a la casa, prevés que no vas a volver en tiempo, y el lugar es húmedo, haz lo posible por dejar protegidos los colchones para que pasen un buen invierno. Lo mejor es que envuelvas colchones y somieres en papel de diario, que absorberá la humedad y los mantendrá a salvo.
– El colchón de lana clásico tiene una buena elasticidad y la flexibilidad necesaria para adaptarse a la forma del cuerpo en reposo. Además conserva bien el calor y absorbe la presencia de eventuales humedades. Sus inconvenientes provienen del hecho de que la lana tiende a apelmazarse, y el colchón debe ser lavado y cardado cada dos años si quiere evitarse que se convierta en un receptáculo de polvo y bacterias, aparte de que forme incómodos hoyos en aquellos puntos más frecuentados por el cuerpo. Por desgracia, el precio medio de estas operaciones suele alcanzar el cincuenta por ciento del precio original del colchón.
– Destapa la cama todas las mañanas y abre las ventanas.
– Para que la cama se ventile bien, en lo posible, quita la colcha.
– Si tu colchón es de dos caras, vuélvelo con frecuencia.
– Sacudir el colchón no resulta muy adecuado para su estructura interna; más vale que lo cepilles o lo aspires.
– Los forros de colchón en material no lavable deben limpiarse como mínimo cada dos años, aunque sea por procedimientos especiales apropiados.
– Por razones de higiene, es conveniente cambiar de colchón aparoximadamente cada diez años.